En 2010, los científicos japoneses de la Expedición 329 del Programa Integrado de Perforación Oceánica (Integrated Ocean Drilling Program’s Expedition, IODP), a través de casi 6.000 metros agua de mar, hizo descender un taladro.
La broca se hundió en arcilla pelágica, según revela un reciente estudio, hicieron aflorar de los sedimentos bacterias que lograron revivir.
Varias eras geológicas después
Los resultados del estudio, publicados en Nature Communications, señalan que se hallaron muy pocas bacterias, apenas entre 100 y 3 000 por centímetro cúbido. Pero al alimentarlas, la mayoría de ellas se reanimó.
De hecho, se duplicaron en número cada cinco días (la bacteria E. coli en el laboratorio se duplica en aproximadamente 20 minutos), aumentando su número hasta diez mil veces.
Sorprendentemente, la mayoría de los microbios eran, como nosotros, formas que respiran oxígeno. De hecho, el sedimento del que fueron extraídos estaba lleno de oxígeno, pero lo que les faltaba era la comida.
Según todas las evidencias: el espacios reducido, la falta de alimentación y la rápida reanimación, los investigadores creen que es probable que la mayoría de las bacterias en este sedimento empobrecido hayan estado vivas pero inactivas durante al menos 100 millones de años. Estos microbios, protegidos de la radiación y los rayos cósmicos por una gruesa capa de océano y sedimentos, había sobrevivido a varias eras geológicas. Y el único efecto secundario observable es que se reproducían un poco más lentamente.
Recordemos que el 70 por ciento de la superficie de la Tierra está cubierta por sedimentos marinos, cuyos residentes microbianos representan entre una décima y la mitad de toda la biomasa microbiana de la Tierra. Es decir, que hay muchos microbios matusalénicos ahí abajo esperando ser descubiertos (y reanimados).
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