La simetría, en la naturaleza, es común, y por tanto resulta tremendamente bella y atractiva para los seres humanos: sospechamos que un rostro que se no se presente simétrico puede ser a causa de algún error genético que no queremos para nuestros descendientes. Por eso los rostros considerados más bellos tanto por hombres como por mujeres suelen presentar una simetría envidiable.
Por mucho que pintara Picasso, por mucho que algunos escritores y poetas elucubraran sobre la morbosa atracción hacia lo raro, lo feo o lo excéntrico, lo cierto es que por norma resulta harto difícil contradecir nuestra atracción inconsciente hacia la simetría. Los órganos suelen surgir por parejas, y se parecen entre sí. Esto es una norma universal.
Por esa razón, los casos de criaturas asimétricas son tan escasos que podrían considerarse tesoros picassianos.
Uno de ellos es el calamar joya, un cefalópodo australiano que posee el ojo izquierdo mucho más grande que el derecho. Esto le obliga a nadar siempre en un ángulo de 45 grados, con el ojo izquierdo, sobredimensionado, como visto a través de visor de medallón de la puerta o de la lupa de Sherlock Holmes, siempre precediéndole y apuntando hacia arriba. El calamar joya parece un dibujo animado, una broma de la evolución.
En esta misma línea de criatura deformada en una de sus partes, tenemos el cangrejo violinista. Como su propio nombre indica, no es su ojo lo que parece haber sido supervitaminado sino una de sus pinzas, que es enorme, como el puño de Hellboy.
Otro ejemplar deliciosamente contrahecho es el chorlito piquituerto, un pájaro limícola de Nueva Zelanda que tiene el pico torcido hacia la derecha, quizás pasando por alto la máxima de la ministra de Fomento, “antes partía que doblá”.
Pero tal vez el caso más extraño de asimetría morfológica corresponda a una leyenda que mucha gente tiene por cierta. Se trata del haggis, un animal salvaje que habita las highlands escocesas. Tiene las patas de un lado mucho más cortas que las del otro, así que acostumbra a desplazarse en sentido único por las empinadas colinas de aquella región.
Todos ellos excepciones. Poéticamente atractivos. Asimétricamente singulares. Como un cuadro de Picasso.
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