Según un estudio publicado por la revista Neuron que ha sido llevado a cabo por investigadores de la Escuela Universitaria de Medicina de San Luis, por fin podemos responder a la trascendental pregunta de por qué nos pica más cuanto más nos rascamos. La clave parece residir en la serotonina que se segrega cuando nos rascamos la piel.
La serotonina ayuda a transmitir mensajes entre los nervios del cuerpo. Así que para probar su hipótesis se indujo picores a ratones de laboratorio a través de una sustancia inyectada, y luego se les bloqueó la producción de serotonina (obstruyendo el receptor 5HT1A). A otro grupo de control no se les bloqueó la serotonina.
Los ratones que no podrían serotonina se rascaban mucho menos a pesar de que sentían los mismos picores. Tal y como lo explica Zhou-Feng Chen, líder del estudio:
El problema es que cuando el cerebro recibe estas señales de dolor, responde a ellas produciendo serotonina, un neurotransmisor que ayuda, precisamente, a controlar el dolor. Pero a medida que la serotonina se extiende desde el cerebro a la médula espinal, nos hemos dado cuenta de que puede 'saltar de pista' y moverse desde las neuronas detectoras del dolor a las células nerviosas que regulan la intensidad del picor. (...) Esto concuerda muy bien con la idea de que las señales del picor y del dolor se transmiten a traves de vías diferentes, pero estrechamente relacionadas. Rascarse puede aliviar el picor mediante la creación de dolores leves, pero cuando el cuerpo responde a esas señales de dolor, la picazón empeora.
Este descubrimiento ayudará a encontrar una cura para las personas que experimentan picor crónico o prurito, así como para romper ese “círculo vicioso” que se produce cuando nos pica algo y nos rascamos.
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