Uno de los mayores escollos que existían a la hora de estudiar ADN a principios de 1980 es que, sencillamente, nunca había suficiente ADN para estudiar, y que muchas veces el disponible estaba contaminado.
Hasta que el químico Kary Mullis, en 1983, encontró una forma de reproducir cualquier región de ADN empleando una enzima bacteriana especial llamada polimerasa del ADN y un proceso para la aplicación de ciclos de calor. El hallazgo le valió el Premio Nobel de Química de 1993. Había nacido la reacción en cadena de la polimerasa (PCR).
Las actuales máquinas de PCR, también llamadas termocicladores, están presente en cualquier laboratorio de genética. El problema es que tales máquinas son muy caras. Así que a un joven investigador californiana, Josh Perfetto, se le ocurrió desarrollar una máquina barata, utilizable por todos y en código abierto. Concibió así OpenPCR, un termociclador de hardware abierto, que funciona con los cada vez más omnipresentes procesadores Arduino.
Sólo cuesta 599 dólares, diez veces menos de lo que cuesta una máquina normal. Tal y como lo explica Chris Anderson en su libro Makers:
Perfetto forma parte de la comunidad DIYbio, que es una pequeña ramificación del Movimiento Maker. Los bihackers están poniendo en marcha espacios de trabajo científico similares a los espacios Maker del universo hardware, entre ellos Biocurious, en Silicon Valley, y Grenspace, en la ciudad de Nueva York. Hasta ahora no están más avanzados que el clásico laboratorio de biología universitario, pero están ganando nuevas audiencias con proyectos destinados a llamar la atención (y también educativos), como una identificación genética del sushi que se vende en los restaurantes locales para saber si es verdad lo que dicen que es.
De este modo, los biohackers están consiguiendo democratizar las herramientas científicas, como el equipamiento de laboratorio, que suele ser demasiado caro, está patentado y es difícil de usar.
Como DremelFugue, que por sólo 100 dólares puede funcionar como una centrifugadora de laboratorio que agita tubos de ensayo para separar los materiales pesados de los ligeros de varios miles de dólares. O un agitador magnético de código abierto. O un biorreactor de algas.
Actualmente, podemos ampliar e identificar el ADN en la mesa de la cocina. Mañana seremos capaces de secuenciarlo también. Pero detrás viene el sintetizarlo, modificarlo y todo lo demás de la ingeniería genética. El día en que un pequeño número de laboratorios profesionales puede hacer eso, se habrá terminado el comprobar e investigar cualquier solicitud que les llegue. En ese momento la gente empezará a piratear la vida.
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