Asistimos a los últimos coletazos del verano y casi todos estamos deseando que, al fin, regrese el frío. Sin embargo, el exceso de frío puede ser tan o más problemático que el exceso de calor. Sobre todo cuando odias el frío y tu profesión es estudiarlo.
Que es el caso del doctor Gordon Giesbrecht, al que se le conoce como profesor Polo.
Y es que Giesbrecht fue capaz de romper el límite absoluto de los estudios de la hipotermia en seres humanos, que se había establecido en los 35 ºC. Giesbrecht demostró que podía reducir la suya propia a los 31 ºC.
Para ello, este psicólogo y director del Laboratorio para Ejercicios y Medicina Medioambiental de la Universidad de Manitoba en Winnipeg, se ha sumergido a menudo en hielo, se ha inyectado agua helada en las venas y ha rozado la muerte en diversas ocasiones: ha entrado en estado de hipotermia 39 veces. Su primera congelación fue en 1986.
Sus experimentos no son en modo alguno gratuitos: cada año, sólo en EEUU, mueren al menos 700 personas por estar expuestas al frío.
Para Giesbrecht, uno de los factores más importantes para sobrevivir a una hipotermia es la grasa corporal. Cuando más tejido adiposo haya en vuestros cuerpos, más tiempo podréis soportar la baja temperatura. Por ejemplo, imaginad que os caéis a un lago helado: en el caso de una persona delgada, la hipotermia puede aparecer pasados 40 minutos si las aguas están a una temperatura de 8 ºC.
Giesbrecht, que pesa 86 kg y mide más de 1,80 m, afirma que su cuerpo tarda aproximadamente 1 hora en volverse hipodérmico a esa temperatura.
Los bebés, los niños y los adultos de corta estatura son especialmente vulnerables porque pierden el calor con mayor rapidez que las personas más corpulentas. Un importante factor que determina la pérdida de calor es la superficie del cuerpo en relación con su peso. Cuanta más superficie haya, más calor puede escapar. Respecto a su peso, los recién nacidos tienen aproximadamente tres veces más superficie que los adultos y, por lo tanto, son mucho más propensos a sufrir una hipotermia.
Giesbrecht es un destructor de mitos y lugares comunes sobre el frío. Según él, muchas veces no morimos de hipotermia y podríamos salvar la vida si actuáramos con rapidez. Asegura que el 95 % de las personas que mueren en aguas heladas en realidad no lo han hecho a causa de la hipotermia sino del terror, que les induce a ahogarse y a sufrir ataques cardiacos.
Su táctica para sobrevivir podría resumirse en el sistema 1-10-1.
Es decir, 1 minuto para sobrevivir (hay que soportar el choque con el frío, evitando en lo posible la respiración incontrolada y la hiperventilación: cuando abres demasiado la boca para respirar puedes tragar agua).
10 minutos para moverte y salir del agua: una vez pasado ese tiempo, los músculos y las fibras nerviosas se quedan tan fríos que dejan de funcionar.
Si no has conseguido salir del agua, entonces debes intentar congelar los brazos a fin de que queden helados y, así, una vez quedes inconsciente, no te hundirás en las profundidades del agua. Te queda aproximadamente 1 hora antes de perder la conciencia.
Otros mitos que trata de derribar Giesbrecht alrededor del frío. Por ejemplo, que las bebidas calientes como el cacao o el café ayudan a combatir el frío. Para Giesbrecht esto no es suficientemente eficaz (aunque tenga beneficios psicológicos). Giesbrecht recomienda las bebidas que tengan mucho azúcar, que proporcionan combustible para que el cuerpo genere calor.
También hay que olvidarse de que la mayor parte de la pérdida de calor se produce por la cabeza, y que por ello nuestras madres nos encasquetaban esos gorros que nos producían picores insoportables cuando éramos niños. Giesbrecht afirma que, a través de la cabeza, sólo se pierde entre el 8 y el 10 % del calor.
Por otro lado, tiritar es la forma que tiene el cuerpo de encender el termostato, produciendo hasta 5 veces más calor que descansando en un entorno caliente.
Aquí podéis verle en acción:
Vía | El club de los supervivientes de Ben Sherwood
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