Todos hemos sido sometidos a esa tortura desde la infancia. Me refiero al plato de verdura, al brócoli, al plato verde, en definitiva, cuando nosotros, en realidad, lo que queríamos era arroz con tomate, hamburguesas o pastelitos (con pegatinas de regalo).
Al igual que Homer Simpson con el colmillo goteando frente a una rosquilla, incluso tuvimos que soportar esos platos infinitos de espinacas porque, según Popeye, tenían mucho hierro: una errata de imprenta en toda regla.
El hierro, pese a lo que diga la cultura popular, se presenta con mayor abundancia en los alimentos de origen animal. Comer morcilla, de hecho, es como mascar hierro puro, de algún modo.
Los monos, en ese sentido, son como nosotros. Su ansia de carne es tal que, a pesar de las imágenes que nos hemos creado de ellos, son capaces de rechazar verdura o fruta si hay carne en el menú. Lo cual también desmiente la creencia que sustentaban los antropólogos hasta hace bien poco: que los monos eran esencialmente vegetarianos.
La mayoría de los monos en estado salvaje son omnívoros. Y muchas especies de simios y monos consideran que un plato de carne es una fiesta. Sus presas principales acostumbran a ser criaturas pequeñas, como insectos.
El malentendido que se tenía hasta ahora se debía a que muchas especies de monos suelen dejar caer una lluvia constante de hojas y frutas a medio consumir. Pero un examen más meticuloso de estos restos reveló que, en realidad, lo que hacían los monos era ser tremendamente escrupulosos con lo que ingerían.
Los explica así Marvin Harris:
Antes de escoger una fruta, los monos olisquean, palpan, mordisquean y escupen lo mordido en la mayoría de ocasiones. Lo que buscan no es la manzana perfecta, madura, inmaculada del Jardín del Edén; lo que les interesa es dar con aquéllas que esconden gusanos.
Es decir, que los monos están más interesados en el gusano que en la manzana. Abren los higos llenos de gorgojos pero luego tiran los higos al haberse zampado los gorgojos. Otros, también, se comen el pack completo, también es cierto. Otros monos, todavía más sibaritas, ni siquiera pierden el tiempo con frutos que no muestran indicios de descomposición causada por insectos.
Al elegir frutos con insectos, los monos anticipan las costumbres alimentarias humanas que combinan hidratos de carbono, ricos en calorías, con carne por su efecto “ahorra de proteínas”.
En cierto modo, esta manera de buscar en la fruta la verdadera chuchería se parece bastante a esos niños humanos que juegan con las acelgas en el plato, dándoles vueltas, trajinando con ellas, para finalmente no consumirlas.
Hoy día se sabe, además, que diversas especies de monos no sólo consumen insectos, sino que despliegan una intensa actividad en la caza de pequeños mamíferos. Los babuinos son cazadores particularmente avezados. Robert Harding vio a los babuinos que estudiaba en Kenia matar y devorar 47 pequeños vertebrados, incluidas crías de gacela y antílope, a lo largo de un mismo año de observación.
A pesar de la extendida idea de que los seres humanos son los únicos simios asesinos o aficionados a la cetrería, no hay que olvidar que los chimpancés, nuestros parientes más cercanos, son unos cazadores apasionados y relativamente eficaces.
Vía | Bueno para comer de Marvin Harris
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