Con intención de finalizar la serie de artículos hablando sobre el cerebro humano y su evolución a lo largo de los años en los diferentes homínidos, la historia de la investigación del órgano a nivel científico – con los avances que ha comportado – y el funcionamiento de la neurona en sí, en esta entrada nos centraremos de forma exclusiva en las funciones del cerebro.
El cerebro y sus funciones
Las funciones de algunas zonas del encéfalo, como el cerebelo – responsable de controlar y definir buena parte de los movimientos inconscientes de nuestro organismo – se han mantenido casi inalteradas a lo largo de la evolución. No obstante, las finalidades de otras regiones, como la corteza cerebral han ido evolucionando y ganando peso a medida que el ser humano ha necesitado llevar a cabo acciones más complejas, como por ejemplo, memorizar una información o seguir una conducta social aceptable.
Así, la medida y la complejidad cerebral han evolucionado en gran parte gracias al desarrrollo del dedo pulgar, que permitió al hombre coger objetos con facilidad y crear nuevas herramientas más complejas, estimulando así la creación de interconexiones nerviosas.
Otras mejoras evolutivas, como cambios en la forma de los huesos como el fémur, la pelvis y la columna vertebral, permitieron al hombre adquirir una posición erecta, dejando las manos libres para realizar funciones no relacionadas con la locomoción. Este hecho, de la misma manera que en el caso del dedo pulgar, potenció el establecimiento de más contactos neuronales y determinó el crecimiento del neocórtex, permitiendo así realizar funciones motoras y cognitivas complejas.
Una de las funcines más complejas de este órgano es la de procesar la información visual. Para hacerlo requerimos la cuarta parte de nuestro volumen cerebral. El estímulo empieza en la retina del ojo, con la recepción de la luz por parte de células especializadas – conos y bastones – que transmiten un impulso nervioso por el nervio óptico, la única extensión visible del cerebro, a través de todo el cerebro hasta llegar al lóbulo occipital – en el “cogote” – donde se procesa la información visual. No es raro afirmar que los ojos no son más que una ventana en el sentido de la visión, ya que el encargado real de “ver” (interpretar la información visual) es el cerebro.
Funciones superiores
El cerebro tiene, además, una serie de funciones superiores que son de vital importancia para el ser humano, ya que son las que nos hacen ser como somos: nos dotan de inteligencia para reflexionar o para hablar, nos permiten almacenar información y reaccionar, etcétera. Las principales son la memoria, el lenguaje y el habla, la praxia, la gnosia y la inteligencia.
La memoria es la facultad del cerebro que nos permite registrar nuevas experiencias y acordarnos de antiguas. Consta de tres fases: el aprendizaje, donde se produce la recepción y el registro sensorial de la información; el almacenaje, donde se realizan los procesos de consolidación y olvido de recuerdos; y los recuerdos, donde reconocemos lo que hemos memorizado.
Podemos clasificar la memoria según la duración de los recuerdos: memoria inmediata, de 30 a 60 segundos; la reciente, de minutos a horas; y la remota, que se extiende a periodos de larga duración.
El lenguaje y el habla constituyen otra facultad humana. Se considera que tenemos lenguaje de tres tipos: gestual, oral y escrito. Pudiendo comunicarnos entre diferentes individuos por las tres vías.
La ciencia que estudia los elementos de una lengua y sus combinaciones es la gramática, la semántica estudia el significado de las palabras y la sintaxis la combinación y orden correcto de estas. Trastornos en las zonas del cerebro encargadas de llevar a cabo esta función pueden provocar afasia (pérdida o trastorno de la producción y/o comprensión del lenguaje).
La praxia, por otro lado, es la capacidad de ejecutar movimientos aprendidos anteriormente en respuesta a estímulos visuales o verbales.
La gnosia es el conocimiento obtenido mediante la elaboración de experiencias sensoriales. Cada experiencia se enfrenta con una ya adquirida, creando así la capacidad de reconocer características comunes y particulares que la hacen singular, haciéndola más fácil de reconocer.
La inteligencia sea tal vez el rasgo más característico del ser humano. Se podría definir como la capacidad de entender, procesar, asimilar y elaborar información, útil en la elaboración de respuestas, apoyándose en la experiencia consolidada gracias a la memoria.
El psicólogo Howard Garden la dividió en siete diferentes: la naturista, la interpersonal, la emocional, la kinestésitca, la espacial, la lógica y la verbal. Algunas de las funciones superiores que podemos llevar a cabo con la inteligencia son la planificación, la capacidad de abstracción la resolución de probleemas y la capacidad de juzgar.
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