Hay un conocido y vulgar chiste que se cuenta desde hace décadas (confieso que yo también lo he explicado, incluso sin que mediara contaminación etílica). Me refiero al chiste del pájaro ay-ay-ay. Imagino que la mayoría habrá caído en el chiste. Para los que todavía no, ahí va (aviso que es muy tonto):
¿Sabéis que hay un pájaro que se llama ay-ay-ay? Se llama así porque tiene un enorme miembro sexual, al planear a baja altura, no deja de gritar “ay-ay-ay”.
Bien, este es un blog serio (ejem), así que corramos un tupido velo. El pájaro ay-ay-ay no existe, por supuesto. Pero sí que existe el pato ay-ay… digo, de zambullidor de pico azul. La característica principal del pato de marras es, en efecto, su descomunal miembro. Un pene pornográfico que le reporta no pocos inconvenientes. Un desliz de la selección natural, una broma de la naturaleza, como la de John Holmes.
El pato zambullidor de pico azul (Oxyura vittata) tiene un pene de 30 centímetros… en estado de reposo. Cuando tienen una erección pueden alcanzar los 45 centímetros. Es decir, que su pene casi alcanza la totalidad del cuerpo del pato. Un pene XXL, sin duda.
Es estado de reposo tiene aspecto de sacacorchos, y está provisto en su base por unas púas. La punta, sin embargo, es blanda y se parece a un cepillo: le sirve para eliminar el esperma de su rival de los oviductos de la hembra escogida.
Y aquí viene la razón de que os contara el estúpido chiste del principio: esta clase de patos tiene verdaderas dificultades para volar con algo así. Además, a la hora de aterrizar, deben extremar las medidas de seguridad: una piedra o cualquier otra irregularidad del terreno de aterrizaje pueden provocar dolorosas lesiones.
¿Y las hembras? Lo cierto es que esos enormes penes jamás se introducen por completo en ellas: por otra parte, sería anatómicamente imposible, a no ser que el propósito sea colocarlas en uno de esas infernales máquinas que asan pollos automáticamente. De hecho, es muy curioso contemplar el apareamiento de estos patos: al penetrarla, como es obvio, el macho permanece siempre a unos centímetros de distancia de la hembra, como en una relación a distancia.
Entonces ¿qué sentido evolutivo tendría un pene descomunal como éste? Probablemente estemos ante el mismo mecanismo de selección sexual que se produce entre los pavos reales que arrastran esas inútiles colas: si soy capaz de tener esto y sobrevivir, imagínate la buena dotación genética que poseo. O dicho con otras palabras: el pene del pato sería algo así como el ostentoso y carísimo coche de un hombre: esencialmente inútil para sobrevivir pero muy pertinente para obtener parejas sexuales.
Otra hipótesis la esgrime el biólogo Jörg Zittlau:
Se baraja la posibilidad, sobre todo, de que se trate de una limpieza del oviducto de la hembra, el cual, por supuesto, queda más limpio de esperma ajeno cuanto más profundamente penetre en ella ese “pene-cepillo”. Esta tesis, en realidad, no convence del todo, ya que el oviducto de una pata no mide cuarenta centímetros y ni siquiera se aproxima a ello.
Vía | De focas daltónicas y alces borrachos de Jörg Zittlau
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