En una época en la que no existían herramientas para contemplar los entresijos del cuerpo humano sin la obligación de apartar la carne, el hecho de que un cazador canadiense de diecinueve años llamado Alexis St. Martin recibiera un disparo en el estómago fue aprovechado por William Beaumont para describir cómo funcionaba la digestión humana en directo.
Beaumont era cirujano del ejército norteamericano, y una mañana de junio de 1822 fue llamado para tratar a St. Martin de una aparatosa herida en el abdomen provocada por un disparo accidental de escopeta. La herida era muy profunda, pero, tras un largo período de convalecencia, St. Martin sobrevivió.
La suerte para Beaumont es que a St. Martin le quedó un agujero permanente en el estómago, tal y como explica Jennifer Ackerman en el libro Un día en la vida del cuerpo humano:
tenía que conectarse una especie de válvula en el estómago del tamaño de un dedo índice para que los alimentos no le rezumaran durante las comidas. El agujero permitió a Beaumont observar el interior del estómago de St. Martin hasta una profundidad de cinco o seis pulgadas (12-15 cm) y desarrollar más de un centenar de innovadores experimentos sobre el funcionamiento del estómago, sus secreciones y el proceso de la digestión.
En 1833, el doctor William Beaumont publicó su libro “Experimentos y observaciones de los jugos gástricos y la Fisiología de la Digestión”
Afortunadamente, ya no necesitamos hacer un agujero a nadie para observar los recovecos del duodeno, o incluso las diminutas vellosidades, o los sucesos que ocurren a nivel de células y moléculas individuales. En cualquier caso, si queréis introduciros en el interior de un estómago, aunque sea para pasar la noche, tal vez os interese este hotel con forma de estómago humano.
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