Hace más de cien millones de años apareció la casta de hormigas obreras sin alas. Al no poder volar, su forma de llegar a lugares lejanos en busca de alimento se volvió más problemático.
Ello propició que dependieran mucho más de las sustancias químicas para todo tipo de comunicación, reduciendo el uso de señales táctiles y exhibiciones motrices. Lo que acabó convirtiendo a las hormigas en los genios de la comunicación química de la naturaleza.
Los compuestos que usan como señales son las feromonas, que producen a través de glándulas exocrinas. En función de las distintas proporciones de feromonas procedentes de varias glándulas, estas señales químicas tienen distintos significados, así como el contexto donde se libera la feromona.
Simultáneamente, se han añadido señales táctiles y vibratorias. Hasta el punto de que las señales químicas se han convertido en una suerte de alfabeto. Los entomólogos reconocen al menos 12 categorías funcionales para comunicarse, casi todas de naturaleza química, tal y como explica Edward O. Wilson en Superorganismo:
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Alarma: en respuesta a una invasión de enemigos o cuando se produce una grieta en la pared del nido.
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Atracción: para congregar a los individuos.
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Reclutamiento: para buscar alimento, conseguir nuevos lugares para hacer nido y enfrentar a los enemigos.
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Acicalamiento: incluye la asistencia durante las mudas y el cuidado de la nidada.
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Trofalaxia: intercambio entre individuos en el que uno de ellos proporciona al otro líquidos orales, anales o de otra índole. El intercambio por lo general se realiza con fines alimenticios pero a menudo sirve para compartir feromonas.
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Intercambio de partículas de alimento sólido.
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Efecto grupal: facilitación o inhibición colectiva de una actividad determinada.
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Reconocimiento de los compañeros del nido y de las distintas castas existentes en él.
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Determinación de las castas.
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Control de los individuos reproductores que compiten entre sí.
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Señalización del territorio y del área de campeo y orientación en su interior.
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Comunicación sexual.
Si se suman todas las glándulas exocrinas halladas en la totalidad de las especies de hormigas conocidas se llega a un total de cuarenta, cifra que aumenta día a día. La gran mayoría de las glándulas producen feromonas. Se sabe que las especies de hormigas mejor estudiadas emplean por lo menos entre diez y veinte tipos de señales, la mayoría de las cuales son mezclas e feromonas acompañadas a veces por un número más reducido de estímulos táctiles o vibratorios. Es probable que el número de feromonas aumente a medida que se desarrollen las técnicas de bioensayos y de identificación de sustancias químicas.
La naturaleza de las feromonas varía mucho de una especie a otra porque se fueron desarrollando durante la evolución casi al azar, cubriendo un espectro amplio de alcoholes, aldehídos, cetonas alifácticas y cíclicas, ésteres, hidrocarburos, compuestos nitrogenados heterocíclicos, compuestos del azufre, terpenoides e incluso ácido fórmico, que también se usa como veneno.
Fotos | Wikipedia
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