Se tiende a pensar que la figura de una mujer está sujeta a las modas, la cultura o la época correspondiente. Por ejemplo, ahora prevalece la mujer de extrema delgadez; antes, en la época de Rubens o la Venus de Willendorf, las mujeres orondas.
Dejando a un lado que las cuadros de Rubens o la Venus de Willendorf no representaban culturalmente el ideal de belleza de sus épocas, existen científicos que sostienen que la belleza no es relativa sino muy concreta, en todas las culturas y en todas las épocas.
Es lo que cree Devendra Singh, de la Universidad de Texas, que ha desarrollado lo que se abrevia como WHR (Waist To Hip Ratio). El término designa la proporción entre cintura y las caderas. Según Singh, esta proporción es siempre constante.
La proporción es de 0,9 para los chicos y chicas aproximadamente hasta la pubertad. Cuando actúan las hormonas sexuales, todo cambia. Los estrógenos hacen que las caderas de las chicas se ensanchen y que les crezca el pecho, de manera que la cintura se convierte así en el punto más estrecho de la silueta. La proporción, entonces, disminuye hasta 0,7.
Según la opinión de Singh, una WHR baja emite una señal muy clara: “tengo muchos estrógenos, es decir, soy fértil; no estoy embarazada y no he tenido todavía muchos partos”. Cualidades, todas ellas, muy deseadas por los hombres.
Y es que el WHR también es un indicador muy fiable de la fertilidad: los valores bajos se corresponden con ciclos menstruales más regulares y más frecuentes.
Sigh también se encargó de tomar medidas a todas las ganadoras de Miss América desde 1920 hasta los años ochenta. La proporción entre la cintura y las caderas de las modelos ganadoras oscilaba siempre entre 0,72 y 0,60 (la de las modelos de Playboy oscila entre 0,71 y 0,68). En estas proporciones, el peso corporal no condiciona especialmente el resultado: Twiggy, el ídolo delgado de los años sesenta, alcanzó un 0,73 con sus 42 kilos de peso.
Finalmente, para comprobar que esta proporción áurea era universal, se elaboraron tarjetas con dibujos de mujeres en traje de baño y se mostraron a diversos grupos de voluntarios. Tanto en Estados Unidos, como en la India, Hong Kong o en Uganda, las figuras femeninas que más atrajeron a los hombres fueron aquéllas que tenían esta proporción ideal de 0,7.
Singh parecía haber encontrado cómo explicar los gustos sexuales de todas las culturas del mundo. Sin embargo, los etnólogos Douglas Yu y Glenn Shephard matizaron el resultado cuando viajaron hasta lo más profundo de la selva del Amazonas con las tarjetas de Singh. Las mostraron a una tribu de indígenas, los matsigenka, en el suroeste de Perú. La mujer que allí triunfó era la que tenía una proporción de 0,9. Las modelos más delgadas, sin embargo, eran desdeñadas. Algún indígena incluso dictaminó que parecían que acababan de tener diarrea.
Si los resultados fueran correctos, esto nos indicaría que la constitución física de cada pueblo (influida por las características geográficas y sociales del lugar) también podría tener incidencia en cómo las personas valoran el físico de sus semejantes. Por ejemplo, entre los esquimales de Alaska, predomina una cintura relativamente ancha, como sucede con los matsigenka. O tal vez, la memética, acabaría de resolver y clarificar totalmente el asunto. Todavía se ignora.
Sin embargo, dejando aparte estas rarezas, lo cierto es que parece que Singh podría tener razón, y entonces la belleza que nos rodea no estaría tan a merced de las modas o las culturas como siempre habíamos imaginado.
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