El diseño del pene humano, y en general muchos penes de otras especies animales, no está tanto enfocado para introducir semen en el interior de la vagina, como para limpiarla de esperma rival, sacándolo de su interior y vertiéndolo para que no pueda llegar hasta los óvulos.
Es lo que sostienen algunos biólogos: que existe una amplia variedad de animales que no compiten por el acceso a los óvulos usando cuernos, colmillos o garras internas, sino a través de una competición de esperma.
La forma de pene incluso podría tener una función aún más maquiavélica, tal y como explica Zoe Cormier en su libro La ciencia del placer:
Otros biólogos han sugerido que, a modo de contraataque espérmico, el esperma que quedase del anterior apareamiento podría alojarse en los acogedores recovecos del prepucio de un hombre para acabar implantándose en la siguiente mujer a la que cortejase. En otras palabras, un hombre de mundo podría llevar de paquete semen de una vagina a otra sin ser consciente de ello.
Guerra microscópica
Hasta ahora hemos visto una competición macroscópica, pero a nivel microscópico también tiene lugar una guerra entre los espermatozoides, que se enganchan unos a otros y, al sumar fuerzas, nadan a mayor velocidad hacia los ovarios. Eso sucede en diversas especies animales, como los koalas y muchos insectos.
Pero no son los únicos animales que emplean secreciones sexuales y espermáticas diversas para librar la competición espermática, tal y como escribe el divulgador Jules Howard en su libro Sexo en la Tierra:
Los hay ganchudos (como el de los koalas, los roedores y los grillos, por poner tres ejemplos) y también planos y circulares (como el de los proturos); giratorios (cangrejos de río), en forma de espiral (algunos caracoles), barbados (algunas termitas) y reptantes (gusanos), y eso por no haber de la gran cantidad de criaturas que expulsan su esperma en asociación (los escarabajos de agua, los milpiés, las caracolas y las zarigüeyas, entre otros).
En el caso de las arañas, reptiles o chimpancés, no es extraño que observemos un “tapón de esperma” que sabotea la eyaculación de otra pareja sexual. Entre los humanos, estas guerras pasan desapercibidas, tal y como señala Cormier:
Un extravagante análisis realizado en la década de 1970 sobre las cualidades de los sucesivos chorros que producen los hombres (de tres a nueve por orgasmo, por si no lo sabía) sugiere que los últimos chorros (que no el primero) contienen espermicidas que luchan contra los recién llegados. Y un informe todavía más extraño publicado en Australia en 1995 declara que los hombres que ven películas pornográficas de una mujer que practica sexo con dos hombres producen esperma de mayor calidad que aquellos que solo ven imágenes de mujeres, lo que sugiere que los testículos se preparan para producir un esperma batallador cuando parece que la competencia va a ser fuerte.
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