El nombre de Alfred Russell Wallace no suena tanto como el del Charles Darwin, y sin embargo es reconocido como uno de los coautores de la teoría de la evolución. Sus investigaciones en el archipiélago malayo, donde pasó 8 años estudiando flora y fauna, le llevaron a concluir casi exactamente lo mismo que concluyó Darwin. En el campo de la ecología evolutiva o biogeografía, hay una línea que lleva su nombre: la línea de Wallace.
Esta línea imaginaria, marca un límite biogeográfico real que cruza Insulindia y separa las regiones de Asia y Oceanía. Wallace se dió cuenta de que en cierto lugar la fauna (sobre todo) y la flora mostraban un brusco cambio, a pesar de la cercanía geográfica y la simillitud climática. ¿Cómo podía ser esto? Wallace intuyó que había algo "por detrás" de lo que vemos: una historia, una historia evolutiva.
La línea de Wallace no es un trazo rojo en un mapa. Se corresponde con una formación física real: la fosa de Wallace. Esta fosa está formada por subducción entre las places de Autralasia y Eurasia. Durante las fases de glaciación cuaternarias, en las que el nivel del mar bajó, a un lado y otro de la fosa quedaron tierras emergidas, mas la propia fosa resultó ser un estrecho profundo e infranqueable para fauna y flora. Es decir: las islas y tierras continentales a cada lado de la fosa intercambiaron poblaciones y recursos genéticos, mostrando una simillitud en flora y fauna que no existe entre un lado y el otro de la fosa.
Ese efectivo aislamiento hace que las especies sean muy diferentes a un lado y al otro, pese a vivir en condiciones similares. Y esas diferencias solo se pudieron comprender a la luz de la teoría de la evolución de Wallace.
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