El fundador del Comité Olímpico Internacional, el barón Pierre de Coubertin, declaró en 1912 que permitir la participación de las mujeres en los Juegos era “poco práctica, poco interesante y poco apropiada”.
Con todo, las mujeres han sido admitidas en los juegos de competición, aunque separándolas de los hombres porque se entiende que, de promedio, los hombres cuentan con una ventaja biológica tanto en altura como en masa muscular debido a los niveles de testosterona. Pero ¿resulta tan fácil distinguir a un hombre de una mujer a efectos deportivos?
Existen, por ejemplo, mujeres con altos niveles de testosterona, que también suponen una amenaza competitiva para el resto de mujeres deportistas. Altas concentraciones debidas a algún trastorno o porque sencillamente se la habían inyectado.
El test para dictaminar el sexo cromosómico del participante a fin de evitar que se produzcan injusticias en la competición deportiva ha producido injusticias, porque sexo cromosómico, sexo interno y externo e identidad de género (sentirse hombre o mujer) no siempre están unidos, tal y como explica el neurólogo Dick Swaab en su libro Somos nuestro cerebro:
En un hisopo de mucosa oral se observa durante una exploración microscópica en el núcleo de la célula el corpúsculo de Barr. Éste demuestra la presencia de un segundo cromosoma X y, por tanto, que la persona en cuestión es una mujer (XX). Por ello, la saltadora polaca Eva Klobunowska fue descalificada y obligada a devolver todas sus medallas olímpicas (Tokyyo, 1964). Resultó que sin ella saberlo tenía un patrón cromosómico anómalo y cayó en una depresión. En virtud de ese test, otros atletas fueron descalificados de forma totalmente injustificada, como Maria Patino, que tenía el síndrome de insensibilidad a los andrógenos.
En 1999 se cancelaron los tests colectivos de sexualidad para los Juegos Olímpicos, pero siempre hay un equipo de especialistas dispuesto a intervenir para resolver profesionalmente cualquier problema eventual.
En 2011, la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) decidió usar un sistema más lógico y simple: comprobar la concentración de testosterona en la sangre. Si una mujer posee un nivel de esta hormona más bajo de los normal entre los hombres, puede tomar parte en la competición femenina.
En síndrome de insensibilidad a los andrógenos, como tenía Maria Patino, es considerado una excepción. Por fin una solución lógica en la que nadie tiene que oír si es un hombre o una mujer. Una buena solución, porque al fin y al cabo se trata del efecto que ejerce la testosterona en los músculos. Aunque ahora habrá que preguntarse cómo establecerá la IAAF los límites de los valores normales.
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