Todos hemos jugado alguna vez a dar vueltas sobre nuestro propio eje, como una peonza, hasta que el mundo se pierde de vista. Entonces nos deteníamos de golpe y, sin embargo, notábamos que seguíamos dando vueltas… además de que nos tambaleábamos como dipsómanos recalcitrantes.
Mientras damos vueltas, los objetos que nos rodean pasan por delante de nosotros en dirección contraria a las agujas del reloj. Al detenernos, entonces tenemos la sensación de que la habitación parecer dar vueltas alrededor de nosotros en sentido opuesto, como si estuviéramos de pie, inmóviles, en el centro de un tiovivo.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué la habitación sigue dando vueltas cuando nos hemos parado y, encima, lo hace en la dirección contraria?
Para evaluar si nos estamos moviendo o no, nuestro cerebro se basa en la información de dos fuentes principales: la información que procede del campo visual y la información que proviene del líquido que baña nuestro oído interno. Este líquido también ayuda a mantener el equilibrio. Está situado encima de la cóclea, donde hay tres pequeños conductos enrollados en espiral denominados canales semicirculares. Al igual que la cóclea, están llenos de líquido y contienen en su interior miles de pelitos microscópicos.
Cuando movemos la cabeza, el líquido que hay en el interior de los canales semicirculares también se mueve. El líquido desplaza los pelitos, que transmiten señales nerviosas al cerebro sobre la posición de la cabeza. Y, en menos de un segundo, el cerebro envía información a los músculos adecuados para que podamos mantener el equilibrio.
Al detenernos de manera brusca después de haber estado dando vueltas sobre nosotros mismos, el líquido de nuestro oído interno continúa dando vueltas unos segundos más, llevado por la inercia, mientras nuestra visión reacciona instantáneamente al cese del movimiento.
En esta situación, los centros hápticos del cerebro captan datos opuestos entre sí: el oído interno informa que seguimos dando vueltas, mientras que los ojos informan que estamos parados.
Para resolver tamaño conflicto, el cerebro asume que ambos informes, aunque contradictorios, son correctos: seguimos dando vueltas, pero no lo parece pues el mundo circundante está dando vueltas hacia la derecha al mismo tiempo que nosotros.
Así pues, la ilusión de que la habitación da vueltas al revés es una interpretación sobre la marcha de nuestro cerebro para reconciliar los datos contradictorios que recibe.
Vía | KidsHealth
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