El miedo y la agresividad son rasgos que se manifiestan en último lugar durante el desarrollo posterior del sistema límbico en la base del cerebro. Así que la manera más probable de que la evolución produzca un animal afable o manso es detener prematuramente el desarrollo del cerebro, que tiene como consecuencia un cerebro más pequeño y, sobre todo, un “área 13” más pequeña.
El “área 13” es una parte del sistema límbico cuya función, parecer ser, es desinhibir las reacciones emocionales adultas tales como el miedo y la agresividad. Este proceso se ha observado en diversos animales, como los bonobos. Pero también en los seres humanos.
El registro fósil nos informa de que nuestro cerebro ha experimentado un descenso de tamaño durante los últimos 15.000 años. Es decir, que en un momento dado de la historia desarrollamos cerebros más grandes y ahora los tenemos más pequeños.
En el Mesolítico (hace unos 50.000 años) el tamaño promedio del cerebro humano era de 1.468 cc en las mujeres y de 1.567 cc en los varones. Actualmente, las cifras han descendido a 1.210 cc y 1.248 respectivamente, lo que, aun admitiendo una cierta reducción del peso corporal, no deja de ser una disminución excesiva.
Lo que se sugiere es que el ser humano ha seguido un proceso de, digamos, amansamiento. Un proceso que se produjo por una suerte de eugenesia: nos dedicamos a matar a las personas con cerebros más grandes y, por tanto, más conflictivas, y así éstas no se reprodujeron.
Richard Wrangham cree que cuando los seres humanos se hicieron sedentarios y empezaron a vivir en asentamientos permanentes no pudieron seguir soportando la conducta antisocial y comenzaron a expulsar, encarcelar y ejecutar a los individuos especialmente difíciles. En el pasado, en las regiones montañosas de Nueva Guinea, más de una de cada diez muertes de adultos fue por ejecución de “brujas” (hombres la mayor parte). Esto pudo haber significado matar a las personas más agresivas e impulsivas (y por tanto las de cerebro más grande y más maduras desde el punto de vista del desarrollo).
Si hoy en día me asombra en nivel de agresividad garrula que algunos seres humanos muestran al volante (sobre todo del género choni con coche tuneado), no quiero ni imaginarme conduciendo en pleno Mesozoico… ni Mad Max, oye.
Vía | Qué nos hace humanos de Matt Ridley
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