La culpa de que estemos atravesando la actual crisis económica es de los monos. Bien, en realidad es por culpa de los seres humanos. Pero, en ese sentido, seres humanos y monos apenas se diferencian, y ni siquiera hace falta recurrir a películas como El planeta de los simios.
Basta con estudiar un puñado de capuchinos, y descubriremos los mismos resortes psicológicos que actúan en los banqueros, los brokers, los especuladores y demás parentela.
Keith Chen, profesor de economía en Yale, inició un programa de investigación inspirado una afirmación de Adam Smith (el fundador de la economía clásica): “Nadie ha visto a un perro hacer un intercambio justo y deliberado de un hueso por otro con otro perro.”
Chen quería probar si esto era cierto con animales más parecidos a nosotros, los capuchinos, un mono del tamaño de un niño de 1 año cuya vida está muy centrada en la comida y el sexo. Chen quiso enseñar a un grupo de capuchinos a usar el dinero, y ver qué pasaba.
Instalados en el laboratorio de la psicóloga Laurie Santos, en el Hospital de Yale-New Heaven, cogieron a un grupo de capuchinos aleatorios, los bautizaron con nombres derivados de las películas de James Bond y se les introdujo, como moneda, un disco plateado de 2,5 centímetros de diámetro con un agujero en el centro.
Para enseñar a los capuchinos que esos discos tenían valor, que no eran objetos inútiles, cada vez que le daban una moneda a un capuchino, a continuación le mostraban una golosina. Cuando el mono devolvía la moneda a los investigadores, entonces le daban la golosina.
Tras varios meses reforzando esta relación, los monos aprendieron que, con las monedas, se podían adquirir golosinas.
Resultó que los monos individuales tenían fuertes preferencias por diferentes golosinas. A un capuchino le daban doce monedas en una bandeja (su presupuesto limitado) y después un investigador le ofrecía, por ejemplo, cubitos de Jell-O y otro le ofrecía rodajas de manzana. El mono entregaba sus monedas al investigador que le presentara su comida favorita, y el investigador le daba la mercancía.
Chen fue introduciendo cambios de precios y cambios de ingresos en la economía de los capuchinos. Por ejemplo, si con una moneda podían comprar tres cubitos Jell-O, entonces sólo empezaron a darles 2 cubitos. ¿Cuál fue la reacción de los capuchinos a este encarecimiento de los alimentos?
Pues pasó lo que pasa en cualquier economía humana: los monos compraban menos y ahorran más. Pero si el precio bajaba, entonces volvían a comprar más.
Pero Chen quiso ir más allá y comprobar si, estadísticamente, los monos se comportaban igual que la mayoría de los inversores en Bolsa, conduciéndose por intuiciones o comportamientos irracionales equiparables.
En la segunda parte de este artículo, descubriréis cómo lo hizo y los sorprendentes resultados que obtuvo.
Vía | Superfreakonomics de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner
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