Ante la pregunta de la función de las cejas no vale decir que sirven para arquearlas a lo Clark Gable a fin de seducir a las mujeres o hacerse es interesante. Aunque por ahí van los tiros. Os lo explicaré más adelante, pues antes quiero deciros por qué hay gente que puede perder sus cejas.
Generalmente, perder densidad en las cejas puede ser debido al envejecimiento natural (aunque he de reconocer que la mayoría de ancianos con los que me cruzo suelen exhibir cejas pobladas propias de licántropos).
Cuando son solo los pelos de la parte exterior de las cejas los que se caen, entonces puede significar que padecemos el síndrome de Hashimoto, un tipo crónico de hipotirodismo. Es más frecuente en Japón, donde se consume mucho yodo, de ahí su nombre. (Las pestañas también pueden desaparecer (madarosis) a causa de hipertirodismo.)
Las cejas tienen algunas funciones subsidiarias. Por ejemplo, cuando sudamos o cuando llueve, nos protegen los ojos, desviando las gotas de sudor o de agua. También nos ahorra un escozor de ojos debido a la composición salina del sudor. Como otra de las funciones de las cejas es ayudar a eliminar el exceso de luz, algunos jugadores de fútbol americano aplican una ceja artificial sobre cada uno de los pómulos, para así mejorar su visión durante el juego, al reducir el brillo y los reflejos de la luz del sol o las luces artificiales del estadio.
Pero su función también tiene que ver con la comunicación.
Las cejas son como elocuentes acentos de nuestras palabras y transmisores de nuestras emociones. La posición de la frente, que las cejas subrayan, es lo que nos ofrece una clave visual de lo que está sintiendo realmente la otra persona.
Mick O´Hare ofrece esta anécdota al respecto:
Una amiga que tenía inmovilizadas las cejas porque le habían puesto inyecciones de Botox en las arrugas de la frente fue la que me hizo considerar la importancia de la posición de las cejas como indicación del estado de ánimo. Hablar con ella se convirtió en una experiencia desconcertante: la mitad inferior de la cara seguía teniendo movilidad, pero las cejas no. No podía deducir su estado de ánimo con exactitud observando su expresión, y necesitaba utilizar otras claves como lo que hacía o lo que decía.
La capacidad de telegrafiar intenciones amistosas desde una distancia segura debió de tener un plus de supervivencia evidente para nuestros ancestros, pero, si bien las señales de diversos tipos con las cejas están extendidas entre los primates, sólo entre los humanos se destacan tanto por estar situadas sobre la piel desnuda.
Vía | Escucha tu cuerpo de Joan Liebmann y ¿Hay algo que coma avispas? de Mick O´Hare
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