Los hombres prefieren el fútbol, los ordenadores, la tecnología, la mecánica, los coches, cazar, suelen ser más escépticos. Las mujeres prefieren contarse chismes, leer la prensa del corazón, mirar telenovelas, hablar de sentimientos, ejercer de psicólogas, creen más en la magia.
Estas ideas pueden parecer tópicos, pero estadísticamente se producen, y no parece que sea la cultura la responsable de que se produzcan, ni la educación, ni el machismo imperante, ni ninguna otra causa externa. Se producen porque nacemos biológicamente predispuestos a ello. En se sentido, la cultura no determina totalmente cómo somos sino que es un reflejo de lo que somos.
Simon Baron-Cohen se fijó en los niños autistas para demostrar esto. Los niños autistas tienen muchas dificultades en ponerse en lugar de los demás, en imaginar qué piensan los demás, en teorizar sobre otras mentes que no sean la propia. Los niños autistas poseen un grado de empatía muy bajo.
Puesto que de todos modos a los niños se les da peor empatizar que a las niñas, tal vez el autismo no sea más que una versión extrema del cerebro masculino. De ahí el interés de Baron-Cohen por la correlación inversa entre la testosterona prenatal y el hecho de mirar a los ojos: puede que la masculinización del cerebro mediante la testosterona vaya “demasiado lejos” en los autistas.
Curiosamente, a los niños con síndrome de Asperger se les da mejor la física popular que a los niños normales, lo cual confirma esta teoría. Son niños fascinados por las cosas mecánicas, siempre tratan de averiguar las reglas que hacen funcionar las cosas. El problema es que también aplican estas reglas mecánicas en las personas, por eso son incapaces de empatizar con los demás.
Encontrar un gran matemático que sufra síndrome de Asperger no será difícil.
La física popular es sólo parte de una destreza que Baron-Cohen denomina “sistematizar”.
Es la capacidad de analizar las relaciones entre la información de entrada y la información de salida en un mundo natural, técnico, abstracto y hasta humano: de comprender causa y efecto, regularidad y reglas.
Por el contrario, la psicología popular es propia de una mente “empatizadora”.
Vía | Qué nos hace humanos de Matt Ridley
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