Como decíamos en la anterior entrega de este artículo, las mujeres se enfrentan más eficientemente al frío, por eso parecen tener más frío que los hombres en un primer momento.
Con el calor pasa lo mismo: ellas lo hacen mejor. La mujer tarda menos en sudar, y por ello también siente calor mucho antes y más intensamente que el hombre.
El hombre suda enseguida y, por tanto, se le enfría rápidamente la piel, y así los receptores no captan tan eficientemente la temperatura ambiente.
Ello se debe a la mayor capacidad biológica de la mujer para, ante el calor, abrir los vasos sanguíneos de la piel y perder calor. Esto hace que su piel se vuelva más caliente que los objetos que la rodean, lo que le permite perder calor por varios mecanismos fisiológicos. Pero, a la vez , es esta piel caliente la que activa los receptores para el calor allí localizados e indica a su cerebro el calor que está experimentando.
El sudor, aunque es un buen sistema de refrigeración, no lo es tanto en un estado sedentario. En ese estado resulta mucho mejor la vasodilatación. Con el sudor se pierde agua y electrolitos y crea malestar.
El caso de la simple vasodilatación, por el contrario, que experimenta la mujer, desarrollada a lo largo del proceso evolutivo en su vida sedentaria, es un proceso más eficiente que le permite perder calor sin padecer las desventajas de la sudoración y sin la necesidad de ingerir agua.
Vía | El científico curioso de Francisco Mora
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