Abundando en el post en el que os explicaba los paralelismos entre las drogas y la música, hoy voy a concretar mucho más la pregunta: ¿por qué puede hacernos llorar una simple canción? ¿Cómo puede tener tanto poder en nuestras emociones una serie de sonidos seleccionados?
John Sloboda, de la Universidad de Keele, hizo que 83 personas escucharan pasajes musicales y respondieran a una serie de preguntas sobre sus emociones. Gracias a ello pudo establecer una serie de constantes.
El estremecimiento fue más constantemente provocado por cambios relativamente repentinos en la armonía.
El aumento de la frecuencia cardiaca fue provocado por la aceleración o por la síncopa.
Las lágrimas las provocaban sobre todo las variaciones melódicas, o notas de gracia, es decir, cuando una nota por encima o por debajo del tono principal que la precede crea una cierta tensión, que luego es liberada al sonar el tono principal.
En definitiva, lo que concluyó Sloboda es que:
Las respuestas emocionales son causadas por confirmaciones y violaciones de las expectativas de quien escucha: cuando esperamos que la melodía vuelva a la tónica, tanto el retraso como su efectiva llegada producen una respuesta emocional.
Dicho de otra manera: las lágrimas que asociamos al placer de una profunda experiencia musical pueden ser causadas al estimular nuestro sistema nervioso y al excitar, frustrar y satisfacer nuestras expectativas.
El musicólogo Deryck Cooke también elaboró una teoría de la semántica emocional de la reducción de prolongación. Y Darwin ya sugirió que la música podría haber nacido y evolucionado como una extensión de los reclamos de apareamiento que emitían nuestros antepasados.
Con todo, la teoría más plausible es que la música no sólo evolucionó a partir de los reclamos de apareamiento sino a partir de todos los reclamos emocionales. Gemidos, lloriqueos, gritos, llanto, lamentos, gruñidos, arrullos, risas, quejas, aullidos, aclamaciones y otras muchas más expresiones emocionales tienen una armadura acústica que ha sido extrapoladas a la música.
Las melodías evocan emociones fuertes porque sus esqueletos se parecen a plantillas digitalizadas de los reclamos emocionales de nuestra especie.
Vía | El llanto de Tom Lutz
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