Recordamos a través de los olores

Recordamos a través de los olores
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La cultura popular, tan machacona ella, nos ha hecho creer a menudo que los sabores son como el hilo de Ariadna que nos lleva a recuerdos de una forma que ningún otro sentido es capaz. Ahí tenemos el famoso inicio de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, cuya trama es desencadenada a través del sabor de una magdalena que le recuerda a las magdalenas que comía de pequeño.

Pero la ciencia ha demostrado que las magdalenas proustianas nada tienen que hacer con un buen olor a la hora de recordar hechos y sentimientos asociados.

Las células gustativas son mediocres y cuando mueren no se renuevan con facilidad. Sin embargo, las células olfativas son mucho más interesantes. Se describen así en el libro Por qué somos como somos de Eduardo Punset:

El aparato preneuronal al que nos referíamos al hablar de la percepción de los colores es fundamental para lo que hará nuestro cerebro, porque lo único que recibe son chispitas eléctricas que vienen de cada uno de estos módulos sensoriales. En el caso del sistema olfativo, se descubrió una familia de proteínas en la mucosa nasal. Esas proteínas son receptoras de ciertos componentes químicos y están conectadas a las fibras eléctricas que transportan la señal en forma de chispas eléctricas al cerebro, donde se generan mapas de representación odorífica.

Si Proust de verdad hubiera querido recordar su infancia, con todos sus sentimientos y afectos, lo mejor hubiese sido hacerlo a través del hilo de Ariadna de un olor.

Lo que ocurre es que esta información que entra a través del olfato va a la parte más vieja del cerebro, que tiene que ver con la información en general y que, a través de la evolución filogenética de los organismos, ha permitido guardar las memorias. Por eso los perros, los gatos o las ratas tienen una memoria muy superior a la nuestra. En nuestro caso lo podemos recrear de una manera más poética, con matices emocionales, como si dijéramos. Estos circuitos están conectados prácticamente con todo y por eso nos permiten hacer asociaciones auditivas, visuales y afectivas con el olfato.

Vía | Por qué somos como somos de Eduardo Punset

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