Muy habituales son las colonias organizadas por grupos religiosos, en los que muchas de sus actividades están orientadas a fomentar la fe o a divulgar la doctrina. A todos se nos aparece la imagen del sacerdote tocando la guitarra, du-bi-dúa, frente a los boyscouts.
Esto podría cambiar muy pronto se prospera la iniciativa de Richard Dawkins, el célebre biólogo británico autor de obras como El gen egoísta o, la más reciente, El espejismo de Dios. Frente a la ausencia de colonias de verano que fomenten justo lo contrario que las religiosas (escepticismo, análisis científico de la realidad y racionalismo) Dawkins ha puesto en marcha los primeros campamentos ateos.
Una iniciativa que sin duda le reportará no pocas críticas, como ya ocurriera con su fomento de la campaña anterior: el de los autobuses ateos.
Dawkins opina que estos campamentos ateos eran necesarios en una sociedad donde muchos padres ateos no tienen dónde enviar a sus hijos. Pero ¿qué se hace realmente en un campamento ateo? ¿Rezar a Newton? No exactamente.
En los campamentos ateos se asistirá a diario a sesiones de biología avanzada y filosofía moral, donde se aprenderá exactamente qué es la teoría de la evolución, por ejemplo. La idea que me ha parecido más ingeniosa es la que llaman la prueba del unicornio. En ella, los monitores se inventan la existencia de dos ejemplares de unicornios alrededor del campamento.
En vez de fomentar la idea de que existe lo invisible y lo indemostrable (como sucede en los cuentos de terror que se narran alrededor de la hoguera), los monitores en efecto dejarán huellas del presunto unicornio. Pero a la vez retarán a los niños a demostrar que este animal mitológico no existe realmente, para que piensen por ellos mismos. y desarrollen su actitud crítca ante las afirmaciones de los demás.
El que lo consiga, recibirá un billete de 10 libras con la efigie de Charles Darwin firmado por Richard Dawkins. Algo así como la versión pecuniaria de la etiqueta de anís El Mono.
Vía | El Periódico
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