En más de una ocasión hemos escuchado el increpación de tienes un cerebro de hormiga a fin de evidenciar la escasa capacidad intelectual de alguien. A la luz de cómo es y funciona el cerebro de una hormiga, creo que ya va siendo hora de que tal increpación cambie de estatus y se convierta en una virtud.
En un anterior post ya habíamos visto lo innovadoras que habían sido las hormigas. Inventaron la agricultura, cultivan hongos, crían pulgones como si fuera ganado, forman ejércitos para batallar, emplean sustancias químicas para alertar y confundir al enemigo, capturan esclavos, practican la explotación infantil e intercambian más información entre sí que dos marujas en la cola de la pescadería.
Ahora toca asombrarnos con su cerebro.
El cerebro de la hormiga pesa más o menos el 6 % del total corporal, lo cual la convierte en el animal con el cerebro más grande en relación a su cuerpo. Si extrapoláramos este mismo porcentaje a un ser humano, tendría la cabeza casi tres veces más grande, a lo hombrecillo verde.
El cerebro de una hormiga sólo pesa 0,3 miligramos y tiene muchas menos neuronas que el nuestro. Sin embargo, las hormigas se agrupan en colonias, esto es: en superorganismos. Si los humanos se agrupan en una asociación, normalmente todos los integrantes acaban adoptando el coeficiente intelectual del más tonto: ya se sabe que la masa siempre ha sido más inconsciente que el inidividuo. En las hormigas ocurre todo lo contrario. Un nido mediano de 40.000 hormigas acumula más o menos el número de células cerebrales que una persona y, además, se conectan entre sí de una forma tan armónica que ya quisieran muchos.
Una colonia de hormigas, pues, es una suerte de supercerebro. Un supercerebro que ya lleva 130 millones de años en el planeta. En la actualidad existen 10.000 billones de hormigas. La masa total de hormigas es superior a la que sumamos todos los seres humanos.
Como muchos humanos (figuradamente), hay algunas hormigas, como la hormiga carpintero, que son capaces de vivir 24 horas sin cabeza, pero ninguna de ellas puede sobrevivir fuera de la colonia, sin pertenecer al supercerebro de hormiga que la cultura popular ha convertido en un insulto en vez de en una virtud.
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