Contemplad el punto final de la frase de un libro. O quizá el punto final de esta misma oración. Tratad de ampliarlo. Imaginad que lo hacéis gigante. Que podéis asomarons dentro.
En la siguiente imagen podréis ver todo lo que cabría dentro.
Toda la vida que nos rodea
Lo que queda en evidencia en esta impactante imagen es que la vida nos rodea, la vida está en todos sitios (la veamos o no), y también nos penetra, se posa sobre nuestra piel, nos ayuda a vivir, nos mata.
Algunas incluso apestan. Pero bacterias generan olores repulsivos no como parte de su material de desecho, sino como un medio para evitar que nosotros nos comamos su comida
Mención aparte merecen las bacterias corporales. En su mayoría estas especies no son patógenos, sino dentritívoros que se alimentan de nuestro cuerpo a medida que se descompone. De hecho, dejamos un reguero de vida por todos los sitios: la piel se nos descascarilla mientras deambulamos por casa en un proceso denominado "descamación".
50 millones de escamas al día
Todos nos descomponemos a un ritmo aproximado de 50 millones de escamas al día. Cada copo de piel que pulula por el aire contiene, a su vez, miles de bacterias que viven y se alimentan de él, tal y como explica Rob Dunn en su libro ¿Solo en casa?:
A lomos de esos paracaídas de piel, estas bacterias se desprenden de nosotros como si fueran una nevada constante. También liberamos bacterias a través de los fluidos corporales (la saliva y demás) y en las heces que depositamos acá y acullá. Como consecuencia, los lugares de casa en los que pasamos tiempo portan marcas de nuestra presencia. Cada lugar analizado de cualquier habitáculo donde posamos el cuerpo contiene signos microbianos de la vida vivida.
De hecho, donde ponemos más tiempo el cuerpo (con independencia de la humedad y la temperatura del sitio) contiene mayor cantidad de ácaros. Matt Colloff, de la Universidad de Glasgow, halló en un estudio que él mismo "dejaba" 18 especies de ácaros en total allí donde se posaba, sobre todo en el colchón de su cama. Sobre todo había ácaros del polvo y depredadores de ácaros del polvo, viviendo allí en su colchón y alimentándose de su cuerpo mientras se descamaba.
Todo esto, además de asco en el sentido estricto de la palabra, también nos puede servir para debatir acerca del asco moral, de las líneas arbitrarias que establecemos para considerar una vida digna de ser protegida, ignorada o hasta eliminada. Los conflictos bioéticos que surgen a propósito del debate del aborto, por ejemplo, pueden enriquecerse mucho gracias a datos como este, y otros que podéis ver en el siguiente vídeo (no apto para los que estén muy, muy seguros de que poseen la verdad):