En los meses veraniegos, muchos buscamos un escape al campo o a los pueblos para huir del calor asfixiante. Las grandes aglomeraciones urbanas siempre tienen una temperatura superior a su entorno, y esto se hace especialmente evidente durante la noche, cuando las temperaturas refrescan bastante menos en la ciudad que en el campo.
Pero, ¿por qué? En realidad hay un cúmulo de factores que provocan esta anomalía, pero lo cierto es que sucede en todas las grandes ciudades, independientemente de su localización en el globo. Es lo que se llama isla de calor urbana. De noche, puede suponer una diferencia de hasta 3 ºC entre la ciudad y su entorno.
Un primer factor a considerar es el material del que están hechas las ciudades. Las urbes modernas son básicamente grandes concentraciones de cemento y asfalto. Ambos materiales son capaces de absorber y retener muchísimo calor. Por este motivo, las ciudades se calientan más que su entorno durante el día. Durante la noche, el hormigón y el asfalto recalentados actúan como radiadores, desprendiendo el calor acumulado.
Otro motivo es la propia forma de las ciudades. Las torres de pisos ocupan poca superficie sobre el terreno, pero ofrecen mucha superficie al exterior para absorber radiación solar. Las ciudades son muy eficientes absorbiendo calor, por este motivo.
De forma secundaria, el calor generado por el consumo de energía (vehículos, aparatos eléctricos, etc.), así como el propio calor generado por miles de personas concentradas en áreas relativamente pequeñas, contribuyen al calentamiento.
Durante el día, la acción del sol favorece las corrientes de convección y todo este calor extra se disipa con más facilidad. Generalmente durante las horas diurnas el aumento de temperatura debido a la isla de calor urbana es muy leve. Durante la noche estas corrientes cesan y se empieza a formar una capa estable de aire más caliente que el entorno. Los edificios ayudan a retener dicha capa.
Este fenómeno depende de muchos factores. A parte de la propia geometría y localización de la ciudad, el efecto no es uniforme. Las riberas de los ríos o los parques mitigan la isla de calor. En los días con mucho viento su efecto es más leve.
La isla de calor fue estudiada por primera vez por Luke Howard, sí, el mismo que propuso la nomenclatura de las nubes de la que hablamos en los anteriores posts.
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