A veces te pica la curiosidad por saber cuánto dinero cuesta la casa de tu vecino. Quizá porque quieres vender la tuya y necesitas tasarla. También para conocer los detalles que hacen de la casa de tu vecino mejor que la tuya: ¿tiene garaje de dos plazas? ¿chimenea? O quizá por deducir si está ganando mucho más dinero que tú.
Esta curiosidad está rizando el rizo en Calgary, Canadá, que ofrece desde hace años un sistema, Fairshare, para consultar la estimación de la base tributaria de cualquier vecino.
Los medios de comunicación usaron este sistema para publicar las tasaciones más elevadas, es decir, los inmuebles más caros de la ciudad, incluso publicando fotografías. Los propietarios de tales casas se opusieron a esta falta de intimidad, sobre todo porque tenían miedo que les visitaran los ladrones.
La respuesta que recibieron, sin embargo, fue que los datos eran y debían ser públicos. Con todo, esto solo fue la punta del iceberg. Fairshare estaba ofreciendo datos, pero esos datos estaban erosionando la convivencia en Calgary, tal y como explica Thomas P. Keenan en su libro Tecnosiniestro:
todo aquel interesado que se tomara la molestia de echar un vistazo podía conocer la base tributaria (que en Calgary refleja el valor de mercado) de la vivienda de su ex mujer, de la mansión de su jefe y, por qué no, de la casa del basurero. La gente se quejaba porque aquello era un atentado contra su intimida, pero la administración municipal no cejó en su empeño. Entonces se planteó un problema inesperado de “segundo orden”. Los bufetes especializados en la apelación de tasas empezaron a enviar prolijas cartas a los contribuyentes cuyo contenido discurría por estas líneas: “Hemos visto que su inmueble está tasado en x dólares. ¿Sabía usted que sus vecinos tienen tasadas sus casas en solo Y y Z dólares? Contrátenos y le rebajaremos la tasación.
Intimidad VS Picaresca
Este desenfreno propiciado por la falta de intimidad obligó al consistorio de Calgary a mejorar el sistema. Tras cerrarlo durante un tiempo, lo reinauguró con algunas restricciones. Todavía se podía encontrar el precio de cualquier inmueble tecleando su dirección postal, pero, para obtener más datos, se debía crear una cuenta protegida con contraseña.
Esto permite controlar y monitorizar qué consultas haces, y que solo puedes hacer un número de consultas limitado por día. De este modo, se evita la descargar indiscriminada de datos:
La Administración municipal también controla la dirección de internet desde la que se realizan las consultas y hace constar un aviso legal que prohíbe explícitamente el uso comercial de la información. El nuevo sistema no es perfecto. Cualquier estudiante aventajado de ingeniería informática sabrá encontrar la manera de burlar el control de la IP y demás restricciones. (…) Con todo, el nuevo sistema ha hallado un equilibrio bastante razonable entre dar acceso a la información de quienes lo necesitan y mantenerla al mismo tiempo lejos de quienes se mueven por la simple curiosidad o por intenciones más aviesas.
La privacidad de los datos para mantener la intimidad y la exhibición pública para evitar delitos e injusticias están más en tensión que nunca en la actualidad, y el debate a vuelto a la palestra gracias al filtrado de los papeles de Panamá. Quizá no queramos saber el precio de la casa de nuestro vecino, pero tal vez sea la única forma de que la picaresca deje de campar a sus anchas.