La gravedad, en física, es una de las cuatro interacciones fundamentales. Por efecto de la gravedad tenemos la sensación de peso, si estamos en un planeta o satélite. La aceleración con que caen los cuerpos (aceleración de la gravedad) es g = 9,8 m/s2).
Las fuerzas g no son una medida de fuerza sino una medida intuitiva de aceleración. Está basada en la aceleración que produciría la gravedad terrestre en un objeto cualquiera en condiciones ideales (sin atmósfera u otro rozamiento). Una aceleración de 1 g es generalmente considerado como equivalente a la gravedad estándar.
Ahora mismo, simplemente leyendo este artículo, estáis experimentando una aceleración de 1 gravedad o g. Pero basta que os mováis ligeramente para cambiar esa magnitud. Por ejemplo:
-Al toser, experimentaréis una fuerza de 3,5 g. Aunque sólo durante una fracción de segundo. Si pesáis, por ejemplo, 77 kg, entonces una tos normal se traduciría en una fuerza g muy breve de 269 kg.
-Una palmada en la espalda: 4,1 g.
-Desplomarnos en una silla: 10,1 g.
-Bajar un escalón: 8,1 g.
-Un estornudo produce 2,9 g. Con él, expelemos aire y gérmenes a más de 160 km por hora. Para que comprobéis que esa aceleración no es baldí, basta recurrir a algunos casos de estornudos fatales, como el de julio de 2006, en el que Dean Rice, un adolescente de Gales de 18 años, experimentó un ataque de estornudos que le produjo la muerte por hemorragia cerebral. En mayo de 2004, el bateador de los Chicago Clubs, Sammy Sosa, estornudó en 2 ocasiones con tanta violencia que se hizo un esguince en un ligamento de la parte inferior de la espalda.
Cuantas más g o “tirones” experimentéis, más posibilidades habrá de que sufráis una lesión. Pero el peligro está en soportar ese tirón durante mucho tiempo: la mayoría de nosotros nunca estamos sometidos a más de 8 g durante un segundo, y mucho menos durante dos. El cuerpo humano es flexible y deformable, particularmente los tejidos livianos. Un gran golpe en la cara podría llegar a los cientos de gs, pero no produciría ningún daño real; 16g por un minuto puede ser, sin duda, mortal.
Un cuerpo es capaz de soportar 18 g sostenidas antes de que los pulmones se compriman, la respiración se dificulte y los órganos internos comiencen a desgarrarse.
Los aviadores expertos, por ejemplo, pueden llegar a tener vista de túnel cuando sufren entre 4 y 6 g sostenidas. Los mejores pilotos de combate soportan fuerzas de 9 g antes de experimentar lo que se llama g-LOC, pérdida de conciencia inducida por la gravedad. Un piloto de 88 kg sometido a esa fuerza tiene la sensación de que pesa 796 kg.
Como puede imaginar, eso hace que controlar un avión se convierta en todo un reto: sus brazos parecen barras de pesas, su cabeza se convierte en un bloque de cemento y la expresión “secarse el cerebro” adquiere un nuevo significado. Bajo unas fuerzas g extremas que impulsan hacia abajo, la sangre corre desde su cabeza hasta las piernas, pero su corazón no es lo bastante fuerte como para volver a bombearla hasta el cerebro. En unos segundos pierde la capacidad para ver el color, un estado que se conoce como oscurecimiento parcial o difuminado en gris. Luego viene la visión de túnel, el oscurecimiento y un viaje a un lugar que los pilotos llaman el País de los Sueños.
Otros ejemplos:
-Al detectar 3 gs saltan los airbag de un coche.
-Robert Kubica, en su brutal accidente en el GP de Canadá de F1 en 2007, sufrió un pico de 75 g durante un milisegundo.
-Ralf Schumacher en Indianápolis sufrió un brutal accidente, del que salió sin graves problemas, pero con un pico de 72 g.
-En un viaje en montaña rusa se producen rápidos cambios entre g positivas (a menudo se suelen alcanzar sobre las 4 g) y negativas (sobre -1 g).
-Máximo para un humano en un trineo cohete (John Stapp): 46,2 g
El récord mundial que ha resistido el hombre en fuerza g es de 82,6 g durante sólo 0,04 segundos.
Vía | El club de los supervivientes de Ben Sherwood
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