EL LHC para tontos (I)

EL LHC para tontos (I)
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Siguiendo el espíritu de esos manuales sobre temas complejos orientados a dummies o tontos, voy a tratar de explicaros de la forma más accesible y fácil lo que realmente es el experimento científico de moda en todo el mundo: El Gran Colisionador de Hadrones (LHC).

EL LHC es la construcción humana más increíble de la historia por sus implicaciones, el mayor esfuerzo de colaboración conjunta entre naciones y la inversión de los más sofisticados conocimientos científicos que poseemos en busca de respuestas importantes a preguntas importantes.

</p><p>La mayoría de gente, sin embargo, desconoce que una pequeña parte de sus ingresos se invierten en este artefacto. De hecho también ignora cómo funciona el propio artefacto. 

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LHC son las siglas por las que generalmente se conoce al Gran Colisionador de Hadrones (en inglés, Large Hadron Collider). Un pomposo nombre para el acelerador de partículas más grande del planeta, ubicado en el CERN, otras siglas que significan Organización Europea para la Investigación Nuclear (en francés, Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire), que está en la frontera franco-suiza, muy cerca de Ginebra, rodeado del macizo del Jura. Pero tanta sigla no aclara nada. ¿Qué es realmente un acelerador de partículas y por qué resulta tan desorbitadamente costoso de construir?

Bien, para eso vamos a echar un vistazo a los átomos. Todos sabemos qué es un átomo: un núcleo de protones y neutrones rodeado por una nube de electrones. Sin embargo, hay más.

A pesar de que etimológicamente hablando la palabra “átomo” significa indivisible, no es cierto. Los hadrones (que así se llaman a los protones, los neutrones y a otras partículas gobernadas por determinadas fuerzas) están compuestos de partículas bautizadas como quarks.

</p><p>También surgieron los leptones, los muones, los gluones, los bosones, los lectones, los neutrinos… <strong>y así seguiremos quién sabe hasta cuando</strong>, yendo cada vez a niveles más pequeños y fundamentales de la materia. Un lío bastante complejo que quizás durante el transcurso del siglo veintiuno se pueda finalmente descifrar. </p>

No es raro entonces que hasta el físico italiano premiado con el Nobel de Física en 1938, Enrico Fermi, dijera: “Si pudiese recordar los nombres de todas esas partículas me habría dedicado a la botánica”.

Hasta aquí las partículas pequeñísimas. En la próxima entrega de esta serie de artículos para tontos, más.

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