Un clip es uno de los objetos cotidianos aparentemente más insignicantes. Solo es un trozo de metal muy pequeño que sirve para capturar hojas y poco más. Sin embargo, un clip es un objeto casi legendario si lo examinamos con un poco más de detenimiento.
Porque un clip, en realidad, está hecho de cristales que se desplazan de un lado a otro a la velocidad del sonido.
Metal hecho de cristales
A primera vista, un metal no parece hecho de cristales porque los cristales metálicos son opacos y, en la mayoría de casos, microscópicos. Tal y como lo explica Mark Miodownik en su libro Cosas (y) materiales:
Vistos con un microscopio electrónico, parecen un enlosado muy irregular, y en cada uno se observan unas líneas ondulantes: son las dislocaciones o los defectos de la estructura cristalina.
Estas perturbaciones en los átomos permiten a los metales cambiar de forma. Por ejemplo, doblar un clip. Cuando doblamos un clip, en realidad doblamos los cristales que forman el metal.
Esta plasticidad la producen las dislocaciones, que se mueven dentro de cada cristal desplazando pequeños fragmentos de material de un lado a otro a la velocidad del sonido. Así, doblando el clip hace uno que se muevan aproximadamente 100.000.000.000.000 dislocaciones a una velocidad de cientos de metros por segundo. Si ien cada una desplaza apenas un ínfimo fragmento de cristal, son lo bastante numerosas para permitir al metal comportarse como un plástico superresistente, y no como una piedra.
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