La ciencia es un mecanismo para acumular conocimiento que, aunque no alcance nunca la certeza absoluta que nos prometen las religiones, se acerca progresivamente a una mayor comprensión del mundo y de nosotros mismos.
Pero ¿hay un final en esta escalada de conocimiento? ¿La ciencia tiene vedado el paso a algunas regiones de la ignorancia? ¿La ciencia está legitimada para preguntárselo todo?
Obviamente, saberlo TODO es imposible (o altamente improbable). Por ejemplo, jamás podremos saber cuántos pelos tuvo Alejandro Magno en su cabeza. Tampoco conoceremos jamás todos los decimales de Pi. Ni todos los teoremas posibles de la geometría.
Y parafraseando a Gödel, todo sistema matemático lo bastante complejo como para incluir la aritmética contiene teoremas que no se puede demostrar si son ciertos o falsos por medio del sistema.
Detrás de expresiones rimbombantes de la física como Teorías del Todo, “sólo” se quiere decir que algún día llegaremos a conocer todas las leyes fundamentales de la física, y que quizás logremos unificarlas en una sola ecuación o en un pequeño conjunto de ecuaciones. Pero todavía quedarán muchas de preguntas sin respuestas, así que la Teoría del Todo no es una teoría de la totalidad de las cosas, en realidad.
Pero ¿está muy lejos el límite de las cosas que podemos conocer con las herramientas de la ciencia? Es difícil saberlo, sobre todo porque, a lo largo de la historia, muchos científicos han predicho que la física se hallaba cerca del final de su camino, y pocos años después se han desencadenado enormes revoluciones en el conocimiento.
Martin Gardner lo expresa así:
Muchos científicos famosos, entre los que destacan Arthur Stanley Eddington, David Bohm, Eugene Wigner, Freeman Dyson y Stanislaw Ulam, creían que el universo tenía infinitos niveles hacia abajo. En cuanto se penetra en un nivel, se abre una trampilla que da a un subsolano hasta ahora insospechado. Estos subsolanos son infinitos. Como dice el viejo chiste, hay tortugas por todo el camino de bajada. He aquí cómo expresó esta opinión Isaac Asimov en su autobiografía I: “Creo que el conocimiento científico tiene propiedades fractales: que por mucho que aprendamos, lo que queda, por pequeño que parezca, es tan infinitamente complejo como el todo por el que empezamos. Ese, creo yo, es el secreto del universo” En dirección contraria puede darse una infinitud similar. Nuestro universo podría formar parte de un multiverso, que a su vez formara parte de un multi-multiverso, y así hasta el infinito. Como en una de las fantasías de H. G. Wells, nuestro cosmos podría ser una molécula en un anillo colocado en una mano gigantesca. Y aun si el universo fuera finito en ambas direcciones y no existieran otros mundos, ¿habría cuestiones fundamentales que nunca se podrían responder? Basta con pensarlo un poco para contestar que sí.
Vía | ¿Tenían ombligo Adán y Eva? de Martin Gardner
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