Imaginad que viajáis al espacio exterior en una nave… y que lleváis con vosotros una brújula. ¿Cuánto deberíais alejaros de la Tierra para que la brújula dejara de señalar al norte?
Si os levantarais 60.000 kilómetros de la superficie en dirección al Sol, saldríais de la magnetosfera de la Tierra y entraríais en el viento solar, que incluye también el campo magnético del Sol.
La forma de ese campo es generalmente en espiral, debido a la rotación del Sol, a diferencia del campo magnético terrestre, que parece un dipolo (la forma que adoptan las limaduras de hierro alrededor de una barra imantada).
Se realizan mediciones del campo magnético mediante una nave espacial interplanetaria para saber cómo interactúan el campo magnético del Sol y el viento solar con el campo magnético de la Tierra. Por ejemplo, el espectáculo de las auroras boreales se debe a la interacción de los campos magnéticos solar y terrestre que permite que el plasma del viento solar entre en la atmósfera. En el lado de la Tierra opuesto al Sol la interacción del campo magnético terrestre con el viento solar hace que dicho campo resulte arrastrado en una larga cola magnética, que suele llegar a tener hasta siete millones de kilómetros o más. Una brújula colocada en esa cola geomagnética se orientaría a lo largo de ella, bien en dirección a la Tierra o bien alejándose de ella.
¿Qué pasaría si nos fuéramos mucho más lejos, por ejemplo abandonando el Sistema Solar? Entonces el viento solar dejaría de influir en nuestra brújula. Oficialmente nos encontraríamos fuera de los dominios de la llamada “heliopausa” para entrar en el espacio interestelar.
La brújula, entonces, empezaría a medir el campo galáctico.
En ese caso, nuestras mediciones del campo magnético podrían señalar hacia la constelación de Pyxis, apropiadamente mejor conocida como la Brújula.
Vía | ¿Hay algo que coma avispas? de Mick O´Hare
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