En Twinsburg, Christakis y Fowler llevaron a cabo una simple prueba de cooperación llamada “juego de la confianza”.
En ella, se sitúa a cada gemelo con una persona desconocida. Se le asigna a cada gemelo el rol de primer jugador y segundo jugador. Al primer jugador se le entran 10 dólares, y se le pide que decida cuánto dinero debe darle al segundo. También se le dice a ambos jugadores que cada dólar entregado al segundo jugador será triplicado, de manera que si, por ejemplo, el primer jugador entrega 10 dólares, el segundo recibirá 30.
A continuación se pregunta al segundo jugador cuánto dinero querría devolverle al primero (esta vez sin triplicar). De este modo, si el segundo jugador ha recibido 30 dólares y quiere repartirlos a medias con el primer jugador, le entregaría 15 dólares y se guardaría 15 para él. Como resultado, el primer jugador ganaría 5 dólares.
Este juego se llama “de confianza” porque la decisión del primer jugador refleja el grado de confianza que tiene en que el segundo jugador le devuelva parte del dinero. Cuanto más dinero entregue, mayor será su confianza en el segundo jugador. Análogamente, la decisión del segundo jugador nos indica hasta qué punto es merecedor de esa confianza. Cuanto más dinero devuelva, mejor estará correspondiendo a la generosidad inicial del primer jugador. Valores altos de confianza y de correspondencia a la confianza indican un comportamiento prosocial, más cooperativo.
Christakis y Fowler realizaron estos experimentos durante dos años, a nada menos que 800 gemelos. Al compararse los resultados entre gemelos idénticos y gemelos dicigóticos, descubrieron que los genes influyen significativamente tanto en la confianza como en la correspondencia a la confianza.
Paralelamente, por casualidad, un economista del MIT llamado David Cesarini realizó las mismas pruebas a cientos de parejas de gemelos en Suecia. Los resultados fueron casi idénticos.
Desde entonces, estos investigadores han concluido que:
los genes influyen en el comportamiento en los juegos del dictador y del ultimátum. Esto significa que la cooperación, el altruismo, el castigo y el aprovecharse del esfuerzo ajeno (oportunismo) están escritos en nuestro ADN. No cabe duda de que nuestras experiencias vitales tienen un gran impacto sobre todas estas características, pero por primera vez hemos encontrado pruebas de que la diversidad en estas preferencias sociales es, al menos en parte, resultado de nuestra evolución genética.
Vía | Conectados de Nicholas A. Christakis
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