Quizá el ejemplo más sorprendente de un gen que influye en el comportamiento es el que influye en la siesta. Como los seres humanos, las moscas se despiertan por la mañana, se echan una siesta al mediodía y duermen por la noche, todo en un ciclo de 24 horas. Aunque las moscas hayan crecido en la oscuridad más absoluta, conservan estos ciclos con la precisión de un reloj suizo. Incluso con mayor precisión, porque está escrito en sus genes.
Las moscas mutantes que Benzer encontró con los ciclos circadianos estropeados, por supuesto, estaban totalmente desincronizados. Y, aunque las moscas nos puedan parecer lejanas, en los seres humanos también pueden darse estas mutaciones en el reloj biológico.
Lo más curioso es que, mucho más recientemente, se ha podido estudiar el primer mutante de reloj biológico humano: una familia en la que todos sus miembros comienzan a sentir sueño por la tarde, duermen, e invariablemente se despiertan a las cuatro de la madrugada. Y se ha comprobado que este comportamiento anómalo está relacionado con una mutación del mismo gen que Benzer y sus estudiantes habían encontrado en la mosca del vinagre, de modo que algo nos une muy estrechamente a ella..
Las moscas, por otro lado, permiten investigar sobre el cambio climático, los viajes espaciales y el cáncer. A pesar de que son antihigiénicas y muy molestas, los drosofilistas (tal y como se llaman a los investigadores dedicados a ella) afirman sin dudarlo que estos insectos nos han enseñado más sobre los procesos genéticos que cualquier otro organismo complejo.
Probablemente, uno de los estudios más ambiciosos llevado a cabo con estas moscas sea el titulado Comportamiento y Expresión Genética de la Drosophila en Microgravedad, que las transportó gracias a la NASA hasta la ISS para estudiar el efecto del viaje espacial en sus genes. Las moscas emprendieron el viaje en forma de huevos, se incubaron en ruta y llegaron a la estación espacial en forma larvaria, donde fueron alojadas en un hábitat espacial.
También permiten estudiar el cambio climático a los científicos del Centro de Investigación de Estrés Ambiental y Adaptación de la Universidad de Monash, en Australia. Hallaron en la mosca una variante de un gen que cambia de norte a sur a lo largo de toda la costa este de Australia. Y ello les proporcionó una reveladora información: que, al contrario que hace 20 años, las moscas del sur tienen ahora una constitución genética de muchas poblaciones del norte.
Esto coincide con el cambio climático en esta región, donde los últimos años han sido más secos y cálidos.
Habida cuenta de que el 70 % de los genes de la mosca tiene un gen homólogo en el ser humano, una de las investigaciones futuras más ambiciosas para estudiar la función génica en modelos de enfermedad humana se está produciendo en el Instituto Ludwig Boltzmann de Genómica Funcional de Austria. En sus instalaciones se está trabajando en la construcción de 15.000 cepas de moscas transgénicas, cada una de las cuales permite el bloqueo específico de un único gen.
Tenendlo en cuenta la próxima vez que cojáis el insecticida para gasear a una mosca.
Vía | Por qué somos como somos, de Eduardo Punset
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