Hay segmentos de nuestro ADN que determinan rasgos muy concretos de una personalidad. Echemos un vistazo a uno. El gen de una proteína llamada factor neurotrófico derivado del cerebro o BDNF (Brain-derived neurotrophic factor), situado en el cromosoma 11.
Es un gen corto, un fragmento de texto de ADN de una longitud de 1.335 letras.
Este gen tiene como función estimular el crecimiento de las neuronas, y probablemente hace otras muchas cosas.
Sin embargo, en la mayoría de animales, la letra 192 del gen es G, pero en algunas personas es A. Unas tres cuartas partes de los genes humanos portan la versión G, el resto la versión A.
Esta pequeña diferencia provoca que se fabrique una proteína con una metionina en lugar de la valina que ocupa la posición 66 de la proteína. Como todos tenemos dos copias de cada gen, eso significa que hay tres clases de personas en el mundo:
1) Los que tienen 2 metioninas en sus BDNFs (met-mets)
2) Los que tienen 2 valinas (val-vals).
3) Los que tienen una de cada (met-vals).
Efectuando una serie de tests a 257 familias de Tecumseh, Michigan, se ha descubierto una correlación muy fuerte entre personalidad y esta división de personas. Los val-vals son los más taciturnos, tímidos, inquietos y vulnerables. Los met-mets, lo son menos. Es decir, los met-mets son los menos neuróticos. Los met-vals, un poco más neuróticos. Y los val-vals son los más neuróticos.
No hay que confundirse: no estamos ante el gen del neuroticismo. Pero es un gen cuya variación explica algunas diferencias de personalidad entre dos personas cualesquiera. También es el primer gen que se ha asociado de un modo tan contundente con la depresión: uno de los trastornos más comunes y con menor tratamiento de la vida moderna.
Este ejemplo sirve para demostrar lo que acarrea un simple cambio de ortografía en un código de ADN. Aunque nadie todavía sabe cómo un cambio tan minúsculo puede afectar de una forma tan patente en la personalidad.
El llamamiento a la incredulidad que desean algunos de los críticos de la genética de la conducta (“los genes son sólo recetas de proteínas, no determinantes de la personalidad”) simplemente no convencerá. Un cambio en la receta de una proteína puede producir en realidad un cambio de personalidad. Asimismo, están apareciendo otros genes candidatos. De modo que no es ninguna locura concluir que la personalidad de las personas difiere más si tienen genes diferentes que si se creían en diferentes familias.
Vía | Qué nos hace humanos de Matt Ridley
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