A pesar de que al hablar de clones se nos puedan venir a la cabeza fáusticos experimentos científicos llevados a cabo por algún discípulo de Josef Mengele, lo cierto es que a nuestro alrededor hay innumerables clones naturales. Por ejemplo, miles de clones nacen anualmente en nuestro país: los gemelos univitelinos.
Y también muchos de los alimentos que consumimos diariamente pueden ser clones. Por ejemplo, las fresas. Y es que las frases, a pesar de que tienen semillas en su exterior, no siempre las usan para reproducirse. A veces, a partir de las plantas de fresa madre crecen pequeños brotes o estolones que conforman las yemas, y estas yemas se transforman en raíz y, a su vez, dichas raíces crecen en el suelo para formar nuevas plantas.
Las fresas, de este modo, constituyen clones naturales, ya que proceden de una misma planta madre y tienen una configuración genética idéntica a la planta a partir de la cual se originó, tal y como explican Sue Nelson y Richard Hollingham en su libro Cómo clonar a la rubia perfecta:
Lo mismo es aplicable a las patatas, ya que pueden reproducirse asexualmente por medio de tubérculos den lugar de estolones. Ni siquiera hace falta la patata entera. Resulta posible cultivar esquejes esterilizados en miniatura del tamaño de una sola célula, colocados en platos para realizar cultivos de tejido y, bajo condiciones favorables, resulta posible multiplicar tallos y raíces. La ventaja de este método es su velocidad: una única yema de una planta puede clonarse hasta un millón de veces por año. Realmente se trata de una verdadera máquina sexual...
En la lista de clones naturales también están las frambuesas, los arándanos, el ajo, las uvas, las piñas, la caña de azúcar y los espárragos. Tal vez los miremos de otra forma ahora, cada vez que vayamos al supermercado.
Imagen | trombone65 (PhotoArt Laatzen)
Ver 2 comentarios