Hace más de 100 años, el genetista galardonado con el Premio Nobel Thomas Hunt Morgan y sus colegas descubrieron que algunas moscas de la fruta habían herado mutaciones genéticas que hicieron que cambiara el color de su cuerpo. Las moscas amarillas tenían una mutación en un gen específico y estos mutantes no solo tenían una aspecto diferente de las moscas normales, sino que también se comportaban de manera diferente.
Concretamente, los machos amarillos tuvieron mucho menos éxito en el apareamiento que los machos normales. No se sabe la razón. Los genetistas sugieren que las mutaciones en los genes de pigmentos de insectos podrían cambiar cambios en el cerebro, alterando los niveles de dopamina, lo que provocaría fallos en su apareamiento.
Más allá del cerebro
Se han usado una serie de experimentos genéticos y videos de alta velocidad para evaluar cómo las mutaciones en las moscas de la fruta de color amarillo macho vieron afectado su comportamiento en el apareamiento. Los experimentos mostraron que las moscas de la fruta amarilla se aparearon mal no debido a cambios en su cerebro sino a cambios en estructuras especializadas en sus patas llamadas peines sexuales.
Los machos amarillos carecen de pigmentos de melanina en sus peines sexuales, lo que cambia su estructura. Como resultado, los machos amarillos cortejarían a las moscas hembras, pero luego no podían agarrarlas y montarlas. Esto explica por qué las moscas amarillas a menudo no se aparean eficazmente.
El estudio revela la importancia de que los científicos consideren que los genes que afectan el comportamiento pueden hacerlo cambiando la anatomía en lugar de alterar el cerebro.
Los resultados también pueden beneficiar a quienes trabajan para controlar las plagas de insectos. Por ejemplo, podrían ayudar a los encargados de plagas de insectos a desarrollar estrategias que eviten la reproducción en otros insectos que propagan enfermedades o destruyen cultivos.