No es una figura poética, literalmente la pubertad comienza con un beso. Bueno, no tan literalmente, pero casi: comienza con un KISS. El KISS-1, el gen que codifica la kisspeptina, producida en el hipotálamo, que es el motor de arranque de la pubertad. Algunas personas presentan una mutación en el sistema KISS-1, lo que provoca que éstas nunca alcancen la adolescencia.
Tan importante es el KISS-1 para empezar la pubertad que a menudo se dice: “Puberty starts with a kiss” (La pubertad empieza con un beso). Este gen descubierto por investigadores estadounidenses en Hershey recibió el nombre del producto más célebre de esta localidad: el Hershey Chocolate Kiss.
Tal y como explica Dick Swaab en su libro Somos nuestro cerebro a propósito de la pubertad:
La ventaja evolutiva de la pubertad es obvia: los adolescentes se preparan para la reproducción. Y el comportamiento adolescente, con su rebelión contra la familia, reduce la posibilidad de que la reproducción se produzca en este ámbito y, por lo tanto, minimiza también el riesgo de anomalías hereditarias. El abandono del nido trae consigo la búsqueda de nuevas experiencias, la exposición a grandes riesgos sin ningún temor y el comportamiento impulsivo. Los adolescentes sólo piensan en las consecuencias a muy corto plazo y durante sus arriesgadas elecciones se muestran insensibles al castigo. Ello se debe a la inmadurez de la corteza prefrontal.
Otra hormona importante para entrar en la pubertad es la melatonina, una hormona de la epífisis, la glándula pineal. Es una de las sustancias que impide que los niños entren en la pubertad, por ello la producción de esta hormona disminuye durante la adolescencia.
Este papel de la melatonina se conoce ya desde 1898, cuando Otto Heubner describió a un niño de 4 años de edad que había entrado ya en la pubertad debido a un tumor cerebral que había dañado la epífisis.
Imagen | pedrosimoes7
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