Afirmar que existen diferencias genéticas no debe traducirse en afirmar que también debemos crear políticas en función de estas diferencias, a nivel casi eugenésico, o que se da pábulo al racismo, al machismo y otros ismos.
Este conocimiento es solo eso, conocimiento. Si acaso, si existieran diferencias que producen desigualdades profundas, conocer estas diferencias nos debería permitir corregir esas desigualdades, no acentuarlas.
Conocer para legislar mejor
Si alguien tiene propensión genética a hacer algo malo (imaginemos que eso es posible), no debemos disculparle, sino crear medidas todavía más coercitivas para evitar que sea víctima de su propio determinismo genético. Mutatis mutandis, hallar que una raza es genéticamente inferior a nivel intelectual (por ejemplo) no significa automáticamente ser racistas.
Al contrario: identificando un problema de base podemos combatirlo mejor, tal y como argumento el psicólogo cognitivo Steven Pinker en su libro La tabla rasa: precisamente identificar una tendencia genética puede ser el estímulo para fiscalizar desde el punto de vista moral y legal con más ahínco en su contra.
No existe ninguna razón para pensar que es más difícil luchar contra una tendencia genética frente a una ambiental, tal y como explico en Eso no estaba en mi libro de genética:
Conocer si un grupo de personas particular, ya sean negros, mujeres o cualquier otra división políticamente delicada, es menos capaz que el resto de algo también nos permite corregirlo de una forma más eficaz. Por ejemplo: las niñas parecen menos interesadas que los niños en las matemáticas. ¿Acaso tienen menos inteligencia matemática? ¿Es algo genético? ¿O tal vez tiene que ver con la cultura? ¿O quizás es una mezcla de ambas?
Eso No Estaba En Mi Libro de genética (Divulgación Científica)
Otra cosa, naturalmente, es que científicamente sea correcto o incorrecto afirmar que hay diferencias sustanciales entre grupos humanos, o que existe algo parecido a las razas (no, no existe: hay más diversidad genética entre dos habitantes negros de África que entre un africano y un europeo; todos estamos asombrosamente mezclados).
Además, es difícil aislar genes de ambiente: estamos ante un jungla indisociale que da como resultado una varianza fenotípica que se altera en función de tantas dimensiones como seamos capaces de medir. Siempre hay influencia genética, siempre hay influencia ambiental, y la influencia tanto genética como ambiental se retroalimentan de formas que todavía no somos capaces de distinguir.
No hay abrazar el determinismo genético, pero tampoco huir de él. Como tampoco hay que hacer eso con el determinismo ambiental: la crítica al determinismo genético mal entendido pasa por la asunción de un determinismo ambiental tan inflexible que, de ser cierto, también nos convertiría en marionetas.
Si os apetece profundizar en esto y otras cosas, podéis hacerlo en esta entrevista a propósito del libro citado:
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