Un equipo de genetistas liderado por Casey Trimmer ha llevado a cabo un curioso estudio con 332 voluntarios a los que se les pidió que calificaran casi 70 aromas, muchos de los cuales eran componentes de los aromas y aditivos alimentarios comunes.
Los investigadores también realizaron pruebas de los límites de detección de los sujetos, la agudeza olfativa general y la sensibilidad a diversas concentraciones de un olor específico.
El gen
Al comparar las calificaciones de los participantes con su ADN, Trimmer y sus colegas pudieron identificar a individuos cuyos receptores funcionaban de forma diferente y evaluar así cómo estas mutaciones afectaban la percepción del olor. Sorprendentemente, el equipo encontró que una variación en un solo receptor era lo suficientemente aguda como para influir en la sensibilidad a los olores.
La androstenona, un compuesto que se encuentra en el sudor de los hombres, ofrece un ejemplo clave de la premisa del nuevo estudio: percibido alternativamente como "muy desagradable e intenso", neutral y vagamente similar a la vainilla, o similar nada en absoluto, se esperaba que la androstenona fuera un valor atípico, al rastrear sus diferencias de olor en un solo receptor.
La nariz humanas contiene alrededor de 400 receptores olfativos, o proteínas sensoriales especializadas relacionadas principalmente con el olfato, pero que se cree que son capaces de realizar otras funciones menos conocidas. Una sola molécula de olor puede activar múltiples receptores olfativos; al mismo tiempo, varios tipos de moléculas pueden activar un solo receptor.
Al examinar cómo la variación en un gen del receptor olfativo cambia la percepción del olor, podemos comenzar a entender la función de cada receptor. Esto, a su vez, nos ayudará a aprender cómo funcionan juntos los receptores para poder descifrar el código olfativo.
Imagen | Mr Moss