Un equipo de investigadores procedentes del Instituto de Microbiología Marina Max Planck de Bremen (Alemania), de la Agencia Japonesa de Ciencia Marina y Terrestre y Tecnología (JAMSTEC) y de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), se han unido para hacer un estudio en la fosa de las Marianas.
Dentro de la fosa, el abismo Challenger, es el punto más profundo que se conoce del oceáno. Se encuentra en el Océano Pacífico y sólo dos exploradores han logrado bajar a tal profundidad. En 1960, el inventor suizo Jacques Piccard y el marine estadounidense Don Walsh descendieron a 35.000 pies a bordo del batiscafo Trieste, que fue especialmente diseñado para esa misión.
El equipo internacional lanzó al agua un sumergible no tripulado para que descendiera a casi once kilómetros de profundidad. El robot tardó unas tres horas en bajar, la presión a esa profundidad es 1.000 veces superior a la que hay fuera del agua, por lo que sus sensores estaban recubiertos de un cilindro de titanio capaz de resistirla.
Los científicos han revelado ahora sus primeras conclusiones sobre la investigación, según informa la BBC. Una de ellas es que las fosas oceánicas actúan como sumideros de carbono y que su papel en la regulación del clima es mayor de lo que los científicos pensaban hasta ahora.
El profesor Ronnie Glud de Copenhague, investigador principal, afirmaba:
Básicamente, queremos comprender cuánto material orgánico (es decir, el material producido por algas y peces en zonas menos profundas) se deposita en el lecho marino, y si esta materia es devorada por las bacterias o degradada, o queda enterrada
De esta forma esperan obtener datos que muestre hasta qué punto el océano puede capturar carbono en el ciclo global.
El siguiente paso será calcular qué cantidad de carbono se acumula en el fondo del océano comparada con otras zonas y poder ver la relación que guardan las fosas oceánicas con la regulación del clima.
Vía: BBC News
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