Los fondos submarinos son prácticamente desconocidos y, además, de ellos dependen muchos de los eventos meteorológicos y geológicos que ocurren cotidianamente, así como pronostican nuestro futuro en este planeta.
A continuación, algunos ejemplos de la importancia de esa tierra acuosa de la que casi no sabemos nada:
Svalbard
El relieve submarino de las islas Svalbard suscita un gran interés entre la comunidad científica, que suele organizar campañas oceanográficas por aquella región para explorar y cartografiar su fondo marino. Por ejemplo, la expedición SVAIS, efectuada por el buque Hespérides, una de las contribuciones españolas al Año Polar Internacional para rastrear y documentar los cambios climáticos a lo largo de la historia.
El sistema más empleado se parece al de las ecografías: lanzan ondas sonoras que rebotan en el fondo del mar y reflejan en la pantalla los diversos estratos glaciares. Los surcos y los estratos de sedimentos son como un viejo archivo del clima, así que su conocimiento quizá nos ayude a entender un poco mejor el cambio climático actual.
Estrecho de Fram
Otro ejemplo que llama la atención a los científicos es el estrecho de Fram, la zona en la que se mezclan las aguas frías procedentes del Ártico con las más cálidas que transportan las corrientes del Atlántico. Las entrañas de ese punto del mar esconden un poder capaz de generar tsunamis como los que en el pasado arrasaron las costas de Escandinavia y Escocia.
Un poder que procede de once mil años atrás, cuando el brusco calentamiento del planeta puso fin a la última glaciación, y que provoca los desprendimientos de gas que son responsables de devastadoras olas. Detrás del desastre de Papúa Nueva Guinea en 1998, que mató a más de 3.000 personas, estaba como único responsable aquella sustancia volátil, la que quizá muy pronto acabará siendo una prometedora alternativa al petróleo.
En esencia, el proceso es el siguiente: grandes depósitos submarinos de hidratos de metano, inmensas reservas de gas helado que se acumulan en el lecho de los océanos, se mantienen estables en forma sólida cerca de las costas de Noruega y en prácticamente todas las plataformas continentales.
Sin embargo, debido a los efectos del calentamiento global del planeta, el gas helado empieza a sublimarse y a expandirse originando grandes movimientos de tierra de centenares de metros de grosor y una longitud de varios kilómetros, profundos desajustes en las fibras íntimas del fondo marino y, finalmente, tsunamis, los gritos huracanados del mar.