Está bajo Alaska y Siberia y es un río de hierro líquido, pero no está en la superficie, sino en las profundidades de la Tierra. Concretamente en el núcleo externo de la Tierra, y es capaz influir en el comportamiento del campo magnético de nuestro planeta.
Esta corriente se mueve unos 50 kilómetros al año, según como explica Chris Finlay, del Instituto Nacional del Espacio de la Universidad Técnica de Dinamarca:
Quizás no suene a mucho en la superficie de la Tierra, pero hay que recordar que se trata de un metal líquido muy denso y requiere de grandes cantidades de energía para moverse, así que este es probablemente el movimiento más rápido que tengamos dentro de la Tierra sólida.
Se ha constatado la existencia de este río gracias a la medición realizada por tres satélites europeos Swarm que están mapeando el campo magnético de la Tierra.
Expertos estiman que el chorro es de unos 420 kilómetros de ancho y rodea la mitad de la circunferencia del planeta. Aunque podemos saber cuán ancha y larga es esta corriente, la profundidad a la que desciende es misteriosa todavía.
El centro de la Tierra se encuentra a 3.000 kilómetros de profundidad. En ese sentido, el interior de nuestro planeta es tan inhóspito como el espacio exterior. Bill Bryson lo expresa así en su Breve historia de casi todo:
Se ha calculado que si abrieses un pozo que llegase hasta el centro de la Tierra y dejases caer por él un ladrillo, sólo tardaría 45 minutos en llegar al fondo. (…) Si la Tierra fuera una manzana, aún no habríamos atravesado toda la piel.
Apenas hemos explorado la fina piel de una manzana, si la Tierra fuera una manzana, a pesar de que hemos realizado estos agujeros tan profundos.
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