Dan Lathrop, a modo de demiurgo, construye planetas. Su objetivo no es contemplar cómo las especies nacen, crecen y se reproducen sino algo más específico: ¿por qué funciona la Tierra como un imán gigante?
Lathrop ya tenía una copia de la Tierra de 60 centímetros de diámetro y con un peso de 225 kilogramos: una veintemillonésima parte del tamaño real. Pero su proyecto resultó infructuoso tras años de pruebas.
Ahora, a fin de generar un campo magnético como el de la Tierra, que nos protege de la radiación solar y guía algunos sistemas de navegación haciendo que las brújulas apunten al Norte, Lathrop ha construido una Tierra artificial mayor: 3 metros, 30 toneladas y más de 1 millón de euros.
Lathrop, profesor de física y geología en la Universidad de Maryland, confía en que un planeta mayor y con más metal caliente batiéndose en su interior, imitando el núcleo de hierro terrestre, tendría la masa suficiente para conseguir un imán con la forma de la Tierra.
El campo magnético terrestre ha cambiado de dirección cientos de veces a lo largo de la historia y se ha debilitado un 10 % desde que comenzó a observarse en la década de 1830. Para averiguar si se van a producir más cambios que puedan afectarnos, Lathrop rellenó su planeta de sodio fundido y lo puso a girar a 145 kilómetros por hora para estudiar qué ocurría.
Aunque algunos científicos ya han creado campos electromagnéticos empujando líquidos a través de tubos o mezclándolos en cilindros, ninguno de sus montajes se parecía a un planeta bebé. Sin embargo, los resultados aún siguen siendo inciertos.
Algunas teorías del 2012 sugieren que la inversión geomagnética de la Tierra está vinculada al ciclo natural del Sol de 11 años. De nuevo no existe ninguna evidencia científica para sostener esta afirmación. No se ha registrado ningún dato que sugiera que exista una conexión Sol-Tierra sobre el cambio de polaridad magnética.
Vía | Popular Science
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