Como os explicaba en ¿Los científicos creen generalmente en Dios?, los científicos, a medida que incrementan sus conocimientos y su excelencia, se apartan de las sendas más trilladas de la fe o directamente se adscriben al ateísmo (o a un deísmo inocuo o a un panespiritualismo incompatible con las religiones tradicionales, como señala el físico Alan Sokal).
Y, además, según Christopher Hitchens, las creencias irracionales tampoco son positivas.
Según Christopher Hitchens, la religión, cualquiera, no sólo es amoral, sino positivamente inmoral. Y esto no debe buscarse sólo en el comportamiento de sus fieles sino también en los preceptos que podemos leer en sus manuales de comportamiento. Sus delitos son, fundamentalmente: presentar una imagen falsa del mundo para los ingenuos y los crédulos, la doctrina del sacrificio de sangre, la doctrina de la expiación, la doctrina de la recompensa y/o el castigo eternos y la imposición de tareas y normas imposibles.
Pese a la apariencia beligerante, el autor jamás abandona el rigor. Sí que carga las tintas contra la fe, la doctrina, el sistema clerical y demás, se nota cierto enojo en sus palabras (cosa evidente si uno ha presenciado cosas como las que el autor ha visto en calidad de periodista por medio mundo), pero ello no empaña un discurso lleno de fundamento.
Christopher Hitchens (Inglaterra, 1949), se graduó el filosofía, política y economía en Oxford, y como periodista y escritor ha colaborado con publicaciones tanto estadounidenses como británicas. Y como él mismo dice acerca de sus intenciones con Dios no es bueno, su incendiario libro no se basa en una doctrina o un dogma sino en una argumentación refutable, en principios que no se apoyan en fe alguna. En la demostración filosófica e histórica, sin fanatismos, de que la religión ha provocado que muchas personas, la mayoría de hecho, se comporten de una forma que haría que el gerente de un burdel o un genocida torcieran el gesto.
Todo esto no debería importarnos a las personas cultas. Pero lo hace, porque la religión no es algo privado e irrelevante, sino que intenta siempre que puede inculcarse en los demás con diversas formas coercitivas; porque recibe prerrogativas fiscales; porque intenta alzar políticamente su voz, acusando de asesinos a los médicos abortistas o de enfermos a los onanistas, infestando a la gente sencilla de Sida por retorcidas y morbosas ideas acerca de los profilácticos. Y a la larga, todo ello iba a repercutir de algún modo, obligando a muchos a dejar de guardar silencio y respeto, porque la religión, como el nazismo o cualquier otra colección de ideas irrefutables y fanáticas, no merecen ni un gramo de tolerancia.
Editorial Debate
384 páginas
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