Hay una anécdota que siempre me ha recordado un poco a lo que acaba sucediendo cuando quedo para tomar café con alguien interesante. La anécdota la protagonizan el filósofo Protágoras de Abdera, uno de los grandes impulsores de la sofística, y su amigo y alumno Pericles. Ambos podían pasarse un día completo discutiendo la cuestión sobre quién recaería la responsabilidad si en un campeonato de lanzamiento de jabalina un espectador muriera al ser alcanzado por ésta: el lanzador o los organizadores de la competición, que no garantizaron la seguridad de los espectadores.
Es decir, de cualquier minucia, podían sacar tema para debate. Y, si bien no soy estoy muy a favor del debate para crear conocimiento (menos aún si es un debate en formato adversarial), sencillamente porque la oralidad no se lleva bien con los argumentos complejos jalonados de datos (para eso existen discursos sostenidos perfectamente articulados en 200 o 300 páginas llenos de referencias a estudios que avalen o refuercen cada afirmación)... aunque no estoy muy a favor, digo, sí que se puede sacar algo muy importante de un debate de este tipo.
Curiosidad. Curiosidad por seguir indagando, por seguir reflexionando, por seguir leyendo más y más sobre ese tema escurridizo que te llevó todo un día de combate dialéctico. Además, debatir con otra persona inteligente es un magnífico ejercicio de gimnasia mental mucho más efectivo que resolver crucigramas. También te permite encontrar fallas en tu discurso. Y qué demonios: a todos nos sube un poquito el ego cuando descubrimos que sabemos más que el otro (sobre todo para los que estén educados en el one-upmanship o el arte de quedar siempre por encima de los interlocutores. Nadie es perfecto).
En ese sentido, el exitoso libro de Pere Estupinyà (Tortosa, 1974), excelente divulgador y mejor persona (es un licenciado en Química y Bioquímica que abandonó su doctorado en Genética para dedicarse en exclusividad a la comunicación científica), es algo así como una dinamo neuronal que os generará toda clase de debates interesantes, tanto con otros como con vosotros mismos (sí, sé de gente que discute consigo misma en la intimidad de su dormitorio, dejad de fruncir el ceño, ejem). Eso es, en pocas palabras, El ladrón de cerebros.
Y es que El ladrón de cerebros es un recorrido por las cuestiones más candentes de la ciencia en píldoras de fácil digestión: neurociencia, cosmología, genética, psicología humana, sociología de la ciencia, o cambio climático. La lectura es ciertamente muy asequible. Sin embargo, poco a poco, la píldora tendrá efectos en nuestro organismo. Tendremos ganas de más. De discutir, de aprender y de reflexionar. O como afirma el propio Estupinyà, "de rascar donde no pica": os recomiendo su TEDTalk.
Pere también estuvo cinco años vinculado al programa REDES de TVE, primero como guionista y después como subdirector y editor científico durante dos temporadas. Apareció en pantalla presentando REDES en sustitución de Eduard Punset en una decena de ocasiones. Y algo que se le ha contagiado de Punset, aunque sólo sean las inflexiones en la voz, el tonillo próximo y cierto histrionismo. Pero ya sabéis lo que también se dice: el aprendiz suele acabar superando al maestro.
El ladrón de cerebros también rastreará el recorrido de un virus de resfriado por su cuerpo, se introducirá en un escáner cerebral para ver si es capaz de detectar sus propias mentiras, hurgará en las fricciones de la ciencia con la religión y el creacionismo, le pedirá a sus hormonas que le expliquen porqué se enamora, se rendirá a los pies de la teoría del caos, comprobará lo desastroso que es el cerebro tomando decisiones meditadas, entenderá porqué sus pupilas se dilatan en pleno orgasmo, buscará el origen de las supersticiones, analizará porqué revistas como Science o Nature contienen más errores que otras consideradas inferiores, sabrá los motivos que llevan a un científico entrañable a continuar investigando hasta los 96 años, se volverá loco intentando comprender qué diantre son la antimateria o el entrelazamiento cuántico, y observará sobrecogido gusanos de 8 cabezas, ratas que corren sólo cuando luz azul activa sus neuronas, transmisión de electricidad sin cables, o células de la piel reprogramadas a cardíacas.
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