Desde que leí a Bee Wilson en su libro La importancia del tenedor, se convirtió en una de mis divulgadoras favoritas, en una especie de Bill Bryson femenina que, a pesar de centrarse únicamente en la gastronomía, era capaz de conectarlo todo, desde la ciencia a la historia, pasando por la filosofía o la psicología. Justo entonces me dije que nunca dejaría de leer nada de lo que ella escribiera.
Y por eso devoré (nunca mejor dicho) su nuevo libro, El primer bocado, con la fruición que se merecían.
¿Cómo adquirimos nuestro gustos gastronómicos?
Si bien La importancia del tenedor me pareció muy superior, El primer bocado continúa siendo un libro fascinante, no solo para aprender cómo se forjan nuestros primeros gustos en la cocina, y hasta qué punto éstos son maleables, sino para aprender absolutamente de todo, y siempre contado con la cercanía y el buen humor de Bee Wilson.
Todos nacemos sabiendo comer, pero aprender a elegir qué comemos nos cuesta un poco más. Nuestra relación con la comida se forja bocado a bocado, desde el primero. ¿Por qué tenemos gustos tan diferentes? ¿Por qué nos sentimos incapaces de cambiar de hábitos? ¿Hay esperanza de cambiar después de la infancia? Bee Wilson analiza paso a paso las etapas en la creación de hábitos alimenticios (buenos y malos), desde el vientre materno hasta la adolescencia, como experta y como madre. Leer este libro es una experiencia liberadora que reconcilia al niño goloso interior con el adulto responsable que somos.
Por ello, el libro de Wilson nos ha inspirado para escribir artículos como:
-La neofobia en la alimentación se combate en niños probando hasta quince veces el alimento.
-Lo que comen los bebés nacidos en diferentes culturas.
-Bocados diminutos: la técnica para hacer que los niños coman verdura.