La divulgación de ciencia se parece al funambulismo: siempre avanzas por una fina cuerda, basculando de un lado al otro. Si te inclinas demasiado hacia el lado de la banalidad y el clickbait caes en falta de rigurosidad. Si te inclinas hacia el lado de la rigurosidad, apenas llegas a la gente.
Libros sobre astronomía se han escrito muchos, y algunos francamente buenos. Pero lo más difícil en el ámbito de las grandes dimensiones espaciotemporales del cosmos es lograr estimular el sentido de la maravilla sin embotar la mente de datos científicos. Muy pocos saben hacer eso con cierta maestría: a mi cabeza apenas acuden ocho o diez autores.
La épica y la grandilocuencia
Es muy fácil redactar una relación de magnitudes incomprensiblemente grandilocuentes, pero a veces solo llegas a asumir emocional e intelectualmente lo que estás leyendo a través de un vídeo, una música, un tono de voz, o, incluso, como en este caso: una narración sugestiva.
Eso es lo que ha intentado Christophe Galfard y, en gran parte, ha logrado, huyendo de las ecuaciones (solo menciona una, la celebérrima de Einstein), y también de esa clase de datos que son muy rigurosos pero que no entienden los neófitos y ni siquiera conmueven a los expertos.
El universo en tu mano no es un libro perfecto, y las habilidades narrativas de Galfard no son excepcionales (uno se pregunta cuándo los escritores más bregados empezarán a estudiar ciencia para transmitir con su prosa todo cuanto aprendan), pero no por ello es un libro menor. Al contrario, estamos ante uno de los mejores libros sobre el funcionamiento del espacio y el tiempo, sobre todo lo que nos rodea, desde lo más grande a lo más pequeño.
Para ello, Galfard nos coge de la mano y nos transporta con él, con un lenguaje muy cercano y sugerente, a todos esos lugares que penden del cielo. Y en cuanto afirma algo extraño o poco conocido, enseguida se adelanta a las posibles dudas del lector y le aclara lo que ha dicho, qué significa, cómo encajarlo en todo lo demás. Y si las magnitudes son difíciles de imaginar, tira continuamente de metáforas y analogías. Incluso sobre una misma afirmación puede hacer uso de varias de ellas, para que ninguna esquina quede en tinieblas.
La obra, pues, no se lee como el típico libro de divulgación en el que todo está ordenado, a modo de libro de texto, o se defiende una tesis aludiendo a otros estudios. Aquí sencillamente nos dejamos llevar por la oscuridad de la noche, acelerando con nuestra mente hacia la Luna, luego hacia el Sol, volvemos a la Tierra, saltamos a Marte, nos alejamos un poco más, cruzamos el cinturón de Kuiper, y más lejos aún, y más.
Vamos alejándonos página a página, millón de kilómetros a millón de kilómetros, a un ritmo tan sosegado y exhaustivo con los detalles (sin olvidar nunca la épica de todo lo que vemos) que el viaje, finalmente, parece asumirse como más real. Como si hubiéramos estado allí o, al menos, algo en nuestro cerebro hubiese hecho “clic”, ahora lo entiendo, vaya, es realmente… grande. Muy grande. Increíblemente grande. Incomprensiblemente grande y maravilloso. Algo tan alejado de todo lo que creemos conocer que, ahora sí, me siento mucho más minúsculo que la mota de polvo más insignificante.
El universo en tu mano, pues, no solo sirve para aprender cientos de cosas que no sabíais. Sobre todo es un viaje que hará vibrar vuestro sentido de la maravilla. Como si fuéramos víctimas de algún tipo de hechizo.
No en vano, en Francia ya es todo un bestseller. Y en España, también gracias a la deliciosa edición de Blackie Books, en una semana ya han alcanzado la segunda edición.