Debido al funcionamiento de nuestro cerebro y a las estrategias publicitarias que nos rodean, es realmente difícil para nosotros detectar qué hecho es un hecho raro y qué hecho es un hecho común.
Esto tiene muchas más implicaciones en la vida diaria de lo que pensamos.
Por ejemplo, provoca que muchos tengan un miedo atroz al Sida. O a subir a un avión. O que un grupo terrorista cualquiera amenace de algún modo su integridad física.
Y es que sucesos raros y poco corrientes, como los secuestros terroristas, reciben una cobertura mediática excepcional, adornada con perfiles de familias conmocionadas, publirreportajes sobre el problema a lo largo de la historia, etcétera. Ello incrementa el peso sentimental del hecho, convirtiendo una anécdota en una amenaza omnipresente.
El número de muertos por el tabaco equivale aproximadamente a tres aviones Jumbo estrellándose cada día. Más de 300.000 mil norteamericanos al año. Pero la gente no tiembla de terror al encender un cigarrillo. Ni tampoco cuando Phillip Morris invierte cien millones de dólares en publicidad. Por el contrario, salimos a la calle a manifestarnos cuando una única persona ha sido asesinada por un grupo terrorista. Y es más fácil morir atragantado por un hueso de pollo que asesinado por un terrorista.
El Sida, por mi trágico que sea, palidece si lo comparamos con la más prosaica malaria, y otras enfermedades por el estilo.
El alcoholismo, que en Estados Unidos es la causa directa de 80.000 a 100.000 muertes al año e indirectamente provoca otras 100.000, es, por una serie de razones, considerablemente más costoso que la drogadicción. La gente, sin embargo, se alarma cuando enciendes un cigarro de marihuana. Y Estados Unidos invade otro país porque un atentado terrorista segó la vida de un grupo de personas bastante inferior.
Sé que contabilizar matemáticamente el número de víctimas no es la única forma de calibrar un problema. Pero si ahondamos en los entresijos que provocan las muertes por alcoholismo, en los responsables, la dejadez administrativa y demás, quizá vaya siendo hora de salir a calle a pedir cuentas a mucha gente.
Hay hambrunas e incluso genocidios de los que escandalosamente se habla poco o nada.
Sólo un espíritu crítico que mantenga la cabeza por encima de la nieve de avalanchas de rarezas de los medios de información nos puede asegurar una valoración justa de cada hecho.
Y mientras dedicamos un especial de 3 horas sobre la niña que fue secuestrada, en otros países están siendo secuestrados y asesinados cientos de niños de los que no sabemos nada ni tampoco sabremos en un futuro. Porque el tiempo es limitado y la hora de publicidad se paga muy cara.
Sitio Oficial | El hombre anumérico
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