Todos tenemos algunas nociones básicas de cómo llegar lo más rápidamente posible de un lugar a otro caminado por una cuidad normal.
En primer lugar, si debemos cruzar una plaza lo haremos en diagonal, en vez de recorrer los lados. En segundo lugar, si debemos salvar una manzana repleta de casas, entonces no nos queda otra que recorrer los lados, a no ser que seamos alguna clase de superhéroe.
Estas ideas pueden sonar baladí en nuestra vida cotidiana, pero lo cierto es que son muy relevantes en muchos ámbitos, tal y como explica Claudi Alsina en su libro Vitamina matemáticas:
Este tema afecta al tráfico, a los itinerarios de reparto y recogida (correo, muebles viejos, basura…) y a las normas urbanísticas que describen a casa y localizaciones (distancias entre farmacias, distancias entre sex-shops y escuelas, localización de servicios de salud, etc.).
Las distancias en las ciudades son un concepto tan importante, y en ocasiones espinoso, que incluso ha sido objeto de litigios legales, como el que tuvo lugar después de que el 23 de noviembre de 2002 fuera arrestado James Roblins, concretamente en una esquina de Manhattan (la Eight Avenue con 40th Street).
Roblins estaba acusado de venta de estupefacientes con el agravante de hacerlo a menos de 1.000 pies de la escuela Holy Cross, en 43rd Street, entre Eight y Ninth Avenues.
Para calcular la distancia, se usó el teorema de Pitágoras, usando como catetos la distancia desde el punto de venta hasta la Eight Avenue y la distancia a la escuela a lo largo de la 43 rdStreet, resultando la hipotenusa menor de 1.000 pies: a=764 pies / b=490 pies.
Según parece los abogados de la defensa argumentaron que la “distancia menor que 1.000 pies” debía medirse en términos reales de trayectoria pateable en las calles en cuyo caso el agravante no hubiese existido (a + b =764 pies + 490 pies = 1.254 pues). La corte de apelación dio la razón a la policía y por tanto la justicia es ahora pitagórica. James Roblings puede cumplir entre 6 y 12 años de cárcel.